Encontrados 53 resultados para: Desolación

  • En todo el tiempo de la desolación, ella observará por fin el descanso que no observó en sus años sabáticos, cuando ustedes la habitaban. (Levítico 26, 35)

  • Así se cumplió la palabra del Señor, pronunciada por Jeremías: "La tierra descansó durante todo el tiempo de la desolación, hasta pagar la deuda de todos sus sábados, hasta que se cumplieron setenta años". (II Crónicas 36, 21)

  • El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todos las ciudades de Judá. (I Macabeos 1, 54)

  • Su país es una desolación, sus ciudades, presa del fuego; su suelo, delante de ustedes, lo devoran extranjeros: ¡hay tanta desolación como en el desastre de Sodoma! (Isaías 1, 7)

  • Yo dije: "¿Hasta cuándo, Señor?". Él respondió: "Hasta que las ciudades queden devastadas, sin habitantes, hasta que las casas estén sin un hombre y el suelo devastado sea una desolación. (Isaías 6, 11)

  • Porque las aguas de Nimrím son una desolación: el pasto está seco, la hierba consumida, ya no existe el verdor. (Isaías 15, 6)

  • Aquel día, tus ciudades de refugio serán abandonadas como las de los jivitas y los amorreos delante de los hijos de Israel, y habrá una desolación. (Isaías 17, 9)

  • No queda más que desolación en la ciudad, la puerta ha sido rota a pedazos. (Isaías 24, 12)

  • Tus santas ciudades han quedado desiertas: Sión se ha convertido en un desierto, Jerusalén, en una desolación. (Isaías 64, 9)

  • Los cachorros de león rugen contra él, hacen oír sus bramidos, han hecho de su país una desolación, sus ciudades son incendiadas, se quedan sin habitantes. (Jeremías 2, 15)

  • Porque así habla el Señor: Todo el país será una desolación, pero no consumaré el exterminio. (Jeremías 4, 27)

  • ¡Escarmienta, Jerusalén, no sea que mi alma se aparte de ti, y yo te convierta en una desolación, en una tierra deshabitada! (Jeremías 6, 8)


“Há alegrias tão sublimes e dores tão profundas que não se consegue exprimir com palavras. O silêncio é o último recurso da alma, quando ela está inefavelmente feliz ou extremamente oprimida!” São Padre Pio de Pietrelcina