Encontrados 12 resultados para: revestido

  • Aarón irá revestido del manto para ejercer su función sacerdotal, y el sonido de las campanillas tendrá que oírse cuando entre en el Santuario, delante del Señor, y cuando salga de él. Así no morirá. (Exodo 28, 35)

  • Delante del lugar santísimo -que tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto, y que Salomón había recubierto de oro puro- se encontraba el altar revestido de cedro. (I Reyes 6, 20)

  • David iba revestido con un manto de lino, lo mismo que todos los levitas que llevaban el Arca, los cantores y Quenanías, el que dirigía el traslado. David llevaba además un efod de lino. (I Crónicas 15, 27)

  • Después de franquear todas las puertas, se detuvo delante del rey. Él estaba sentado en su trono real, revestido con todos los atuendos de sus apariciones solemnes, cubierto de oro y piedras preciosas, e inspiraba un gran terror. (Ester 15, 9)

  • Me había revestido de justicia, y ella me cubría, mi rectitud era como un manto y un turbante. (Job 29, 14)

  • Tú afianzas las montañas con tu poder, revestido de fortaleza; (Salmos 65, 7)

  • ¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido de poder. El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! (Salmos 93, 1)

  • Apenas sus detractores vieron los honores que le tributaban, los términos de la proclama y la púrpura con que estaba revestido, se dieron a la fuga. (I Macabeos 10, 64)

  • Luego apareció también un personaje que se destacaba por sus cabellos blancos y su prestancia, revestido de una dignidad soberana y majestuosa. (II Macabeos 15, 13)

  • Sus columnas las hizo de plata, su respaldo de oro, su asiento de púrpura, con el interior revestido de ébano. (Cantar 3, 10)

  • porque una vez que nos hayamos revestido de ella, ya no nos encontraremos desnudos. (II Corintios 5, 3)

  • y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro. (Apocalipsis 1, 13)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina