Encontrados 115 resultados para: Salvación

  • Por el contrario, nosotros, hijos del día, seamos sobrios; revistámonos de la coraza de la fe y del amor, cubriéndonos con el yelmo de la esperanza de la salvación. (I Tesalonicenses 5, 8)

  • Dios no nos ha destinado al castigo, sino a la adquisición de la salvación por nuestro Señor Jesucristo, (I Tesalonicenses 5, 9)

  • Todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que tenemos en Cristo Jesús y la gloria eterna. (II Timoteo 2, 10)

  • Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras, las cuales pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por la fe en Jesucristo. (II Timoteo 3, 15)

  • El Señor me librará de todo mal y me dará la salvación en su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (II Timoteo 4, 18)

  • Pues se ha manifestado la gracia de Dios, fuente de salvación para todos los hombres, (Tito 2, 11)

  • ¿No son todos ellos espíritus encargados de un ministerio, enviados al servicio de aquéllos que deben heredar la salvación? (Hebreos 1, 14)

  • ¿cómo podríamos escapar nosotros si descuidamos una salvación tan grande? La cual, inaugurada por la predicación del Señor, nos ha sido transmitida con garantía por aquellos que le oyeron, (Hebreos 2, 3)

  • Convenía, en efecto, que aquel por quien y para quien todo fue hecho, queriendo llevar a la gloria un gran número de hijos, hiciese perfecto, mediante los sufrimientos, al jefe que debía guiarlos a la salvación. (Hebreos 2, 10)

  • así alcanzó la perfección y se convirtió para todos aquellos que le obedecen en principio de salvación eterna, (Hebreos 5, 9)

  • Queridos hermanos, aunque hablamos así, estamos persuadidos de que vosotros estáis en una situación mejor y más favorable con respecto a la salvación. (Hebreos 6, 9)

  • así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados del mundo, aparecerá una segunda vez, sin pecado, para dar la salvación a los que le esperan. (Hebreos 9, 28)


“A cada vitória sobre o pecado corresponde um grau de glória eterna”. São Padre Pio de Pietrelcina