Encontrados 27 resultados para: guardó

  • porque Abrahán me obedeció y guardó mis preceptos y mandamientos, mis estatutos y mis leyes". (Génesis 26, 5)

  • Jacob rasgó sus vestiduras, se puso un saco a la cintura y guardó luto por su hijo durante muchos días. (Génesis 37, 34)

  • Cuando llegaron a la era de Atad, al otro lado del Jordán, hicieron grandes y solemnes funerales; y José guardó por su padre un luto de siete días. (Génesis 50, 10)

  • Encontró a su pueblo en el desierto, en la soledad rugiente de la desolación. Lo abrazó y se cuidó de él; lo guardó como la niña de sus ojos. (Deuteronomio 32, 10)

  • A la hora de comer, Booz le dijo: "Ven aquí, come de nuestra comida y moja tu pan en la vinagreta". Ella se sentó junto a los segadores, y Booz le ofreció trigo tostado. Después de comer y quedar satisfecha, recogió lo sobrante y lo guardó, (Rut 2, 14)

  • Cuando la mujer de Urías supo que su esposo había muerto, le guardó luto. (II Samuel 11, 26)

  • Sin embargo, no le quitaré el reino de su propia mano, sino que le mantendré en él todos los días de su vida, en atención a mi siervo David, a quien elegí y que guardó mis preceptos y mis leyes. (I Reyes 11, 34)

  • Efraín, su padre, les guardó luto durante mucho tiempo, y sus hermanos vinieron a consolarlo. (I Crónicas 7, 22)

  • Los oficiales lo sacaron de su carro, lo subieron a otro de los suyos y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado en las sepulturas de sus padres. Todo Judá y Jerusalén guardó luto por Josías. (II Crónicas 35, 24)

  • Vida y benevolencia me otorgaste, y tu solicitud guardó mi espíritu. (Job 10, 12)

  • que yo guardo para el tiempo de desgracia, para los días de guerra y de combate? (Job 38, 23)

  • líbrame del insulto y del desprecio, pues guardo tus decretos; (Salmos 119, 22)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina