1. Job continuó pronunciando su poema, y dijo:

2. ¡Por el Dios viviente, que me priva de mi derecho, y por el Todopoderoso, que me llenó de amargura:

3. mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices,

4. mis labios no dirán nada falso ni mi lengua pronunciará una mentira!

5. ¡Lejos de mí darles la razón a ustedes: hasta que expire, no renunciaré a mi integridad!

6. Me aferré a mi justicia, y no la soltaré: mi corazón no se avergüenza de ninguno de mis días.

7. ¡Que mi enemigo tenga la suerte del malvado, y mi adversario, la del hombre injusto!

8. Porque ¿qué puede esperar el impío, aunque suplique, aunque eleve su alma a Dios?

9. ¿Acaso Dios escuchará su grito cuando le sobrevenga la calamidad?

10. ¿Se deleita él en el Todopoderoso e invoca a Dios en todo tiempo?

11. Yo los instruyo sobre la conducta de Dios, no oculto las intenciones del Todopoderoso:

12. Si todos ustedes ya lo han comprobado, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos?

13. Esta es la parte que Dios asigna al malvado y la herencia que los violentos reciben del Todopoderoso.

14. Si tienen muchos hijos, la espada los espera, y sus vástagos no se saciarán de pan.

15. A los que sobrevivan, los sepultará la Muerte, y sus viudas no llorarán.

16. Si él acumula plata como polvo y amontona ropa fina como arcilla,

17. ¡que siga amontonando!: un justo se vestirá con ella y un inocente heredará la plata.

18. Se edificó una casa como la araña, como la choza que hace un guardián.

19. Se acuesta rico, pero es por última vez: abre los ojos, y no queda nada.

20. En pleno día lo asaltan los terrores y por la noche lo arrebata un torbellino.

21. El viento del este lo levanta y se lo lleva, lo barre del lugar donde habita.

22. Se lo hostiga sin compasión y tiene que huir de la mano que lo hiere.

23. La gente aplaude por su ruina y se lo silba por todas partes.





“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina