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  • Mi patrón me hizo jurar y me ordenó: «No buscarás esposa para mi hijo de entre las mujeres cananeas, en cuyo país vivo, (Génesis 24, 37)

  • Contestó Judá: «¿Qué podemos decir a mi señor, y cómo podemos justificarnos? Dios ha descubierto alguna falta en tus servidores. En adelante seremos esclavos de mi señor, junto con aquél en cuyo poder se encontró la copa.» (Génesis 44, 16)

  • Lavarán con agua las entrañas y las patas, y el sacerdote lo quemará todo en el altar. Así es el holocausto, y es un sacrificio por el fuego cuyo suave olor apacigua a Yavé. (Levítico 1, 9)

  • Lavarán con agua las entrañas y las patas y el sacerdote lo ofrecerá y lo quemará en el altar. Así es el holocausto, y es un sacrificio por el fuego cuyo suave olor apacigua a Yavé. (Levítico 1, 13)

  • Se abrirá el ave entre las alas, sin partirla. El sacerdote la quemará en el altar encima de la leña colocada sobre el fuego. Así es el holocausto, y es un sacrificio por el fuego cuyo suave olor apacigua a Yavé.» (Levítico 1, 17)

  • Luego estará la tribu de Gad, cuyo jefe será Elysaf, hijo de Duel. (Números 2, 14)

  • Luego estará la tribu de Benjamín, cuyo jefe es Abidam, hijo de Guedeoní. (Números 2, 22)

  • Junto a él acampará la tribu de Aser, cuyo jefe será Paguiel, hijo de Ocrón. (Números 2, 27)

  • Que no sea como el aborto cuyo cuerpo ya está medio destrozado cuando sale del viente de su madre". (Números 12, 12)

  • Cuando Yavé, tu Dios, haya exterminado a las naciones cuyo país te va a dar, cuando las hayas desalojado y vivas en sus ciudades, ocupando sus casas, (Deuteronomio 19, 1)

  • los dos hombres cuyo pleito se trata comparecerán ante Yavé, en presencia de los sacerdotes y jueces que haya en aquel tiempo. (Deuteronomio 19, 17)

  • Ojalá no haya, pues, entre ustedes hombre o mujer, familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Yavé para ir a servir a los dioses de esas naciones. Ojalá no broten entre ustedes plantas venenosas y amargas. (Deuteronomio 29, 17)


“Deve-se caminhar em nuvens cada vez que se termina uma confissão!” São Padre Pio de Pietrelcina