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  • Se sabe que Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando volvía de derrotar a los reyes; bendijo a Abrahán (Carta a los Hebreos 7, 1)

  • No se mencionan ni su padre ni su madre; aparece sin antepasados. Tampoco se encuentra el principio ni el fin de su vida. Aquí tienen, pues, la figura del Hijo de Dios, el sacerdote que permanece para siempre. (Carta a los Hebreos 7, 3)

  • Todo esto se hace más claro si el sacerdote a semejanza de Melquisedec recibe su cargo (Carta a los Hebreos 7, 15)

  • Pues la Escritura dice: Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec. (Carta a los Hebreos 7, 17)

  • El fue confirmado con este juramento: El Señor lo ha jurado y no se vuelve atrás: Tú eres sacerdote para siempre. (Carta a los Hebreos 7, 21)

  • Así había de ser nuestro Sumo Sacerdote: santo, sin ningún defecto ni pecado, apartado del mundo de los pecadores y elevado por encima de los cielos. (Carta a los Hebreos 7, 26)

  • Tratemos de resumir lo que hemos dicho: tenemos un Sumo Sacerdote que está sentado a la derecha del Dios de Majestad en los cielos; (Carta a los Hebreos 8, 1)

  • Todo sumo sacerdote es instituido para presentar a Dios ofrendas y sacrificios y, por tanto, Jesús tiene que ofrecer algún sacrificio. (Carta a los Hebreos 8, 3)

  • Si se hubiera quedado en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, puesto que son otros, designados por la Ley, que ofrecen los sacrificios. (Carta a los Hebreos 8, 4)

  • pero en la segunda tan sólo entra el sumo sacerdote una sola vez al año, y nunca sin la sangre que va a ofrecer por sus extravíos y por los del pueblo. (Carta a los Hebreos 9, 7)

  • Cristo vino como el sumo sacerdote que nos consigue los nuevos dones de Dios, y entró en un santuario más noble y más perfecto, no hecho por hombres, es decir, que no es algo creado. (Carta a los Hebreos 9, 11)

  • El no tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote que vuelve todos los años con una sangre que no es la suya; (Carta a los Hebreos 9, 25)


“O temor e a confiança devem dar as mãos e proceder como irmãos. Se nos damos conta de que temos muito temor devemos recorrer à confiança. Se confiamos excessivamente devemos ter um pouco de temor”. São Padre Pio de Pietrelcina