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  • El Señor respondió a Josué: "¡Levántate! ¿Por qué estás ahí postrado sobre tu rostro? (Josué 7, 10)

  • Un día, mientras estaba postrado en el templo de Nisroc, su dios, Adramélec y Sarecer, sus hijos, lo mataron con la espada, y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Asarhadón, su hijo, reinó en lugar de él. (II Reyes 19, 37)

  • Mientras Esdras, bañado en llanto y postrado delante de la Casa de Dios, oraba y hacía esta confesión, una gran cantidad de israelitas -hombres, mujeres y niños- se congregaron a su alrededor, derramando abundantes lágrimas. (Esdras 10, 1)

  • aunque caiga no quedará postrado, porque el Señor lo lleva de la mano. (Salmos 37, 24)

  • "Una enfermedad incurable ha caído sobre él; ese que está postrado no volverá a levantarse". (Salmos 41, 9)

  • En cuanto a mí, que estoy postrado sin fuerzas en mi lecho, conservo un afectuoso recuerdo de ustedes y de sus buenos sentimientos. Cuando regresaba de las regiones de Persia, contraje una penosa enfermedad, y he creído conveniente preocuparme por la seguridad de todos. (II Macabeos 9, 21)

  • Un día, mientras estaba postrado en el templo de Nisroc, su dios, Adramélec y Sarecer, sus hijos, lo mataron con la espada, y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Asarhadón, su hijo, reinó en lugar de él. (Isaías 37, 38)

  • Pronunciaré mis sentencias contra ellos, por todas sus maldades, porque me han abandonado, han quemado incienso a dioses extraños, y se han postrado ante las obras de sus manos. (Jeremías 1, 16)

  • Entonces tú les responderás: Es porque los padres de ustedes me han abandonado -oráculo del Señor- y han ido detrás de otros dioses, los han servido y se han postrado delante de ellos; me han abandonado a mí y no han observado mi Ley. (Jeremías 16, 11)

  • Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, (Lucas 24, 52)

  • Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años. (Hechos 9, 33)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina