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  • Al tercer día, José les dijo: "Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios. (Génesis 42, 18)

  • Yo respondo por él, y tendrás que pedirme cuentas a mí. Si no te lo traigo y lo pongo delante de tus ojos, seré culpable ante ti todo el resto de mi vida. (Génesis 43, 9)

  • Además, yo me he hecho responsable del muchacho ante mi padre, diciendo: ‘Si no te lo devuelvo sano y salvo, seré culpable ante ti todo el resto de mi vida’. (Génesis 44, 32)

  • Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de ustedes para preservarles la vida. (Génesis 45, 5)

  • Por eso Dios hizo que yo los precediera para dejarles un resto en la tierra y salvarles la vida, librándolos de una manera extraordinaria. (Génesis 45, 7)

  • Jacob respondió al Faraón: "Los años que se me han concedido suman ya ciento treinta. Pocos y desdichados han sido estos años de mi vida, y ni siquiera se acercan a los que fueron concedidos a mis padres". (Génesis 47, 9)

  • Ellos exclamaron: "Tú nos salvaste la vida. Te agradecemos que nos hayas puesto al servicio del Faraón". (Génesis 47, 25)

  • El designio de Dios ha transformado en bien el mal que ustedes pensaron hacerme, a fin de cumplir lo que hoy se realiza: salvar la vida a un pueblo numeroso. (Génesis 50, 20)

  • y les hicieron insoportable la vida, forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la fabricación de ladrillos y toda clase de tareas agrícolas. (Exodo 1, 14)

  • Pero las parteras tuvieron temor de Dios, y en lugar de acatar la orden que les había dado el rey de Egipto, dejaban con vida a los varones. (Exodo 1, 17)

  • El rey las mandó llamar y les preguntó: "¿Por qué han obrado así y han dejado con vida a los varones?". (Exodo 1, 18)

  • Entonces el Faraón dio esta orden a su pueblo: "Arrojen al Nilo a todos los varones recién nacidos, pero dejen con vida a las niñas". (Exodo 1, 22)


“Que Jesus o mergulhe no esplendor da Sua imortal juventude.” São Padre Pio de Pietrelcina