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  • A vuestros supervivientes les infundiré tal espanto en sus corazones cuando se encuentren en la tierra de sus enemigos, que el movimiento de una hoja los espantará, los hará huir, como se huye delante de la espada, y caerán sin que nadie los persiga. (Levítico 26, 36)

  • "Entonces, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros e inclinad vuestros corazones al Señor, Dios de Israel". (Josué 24, 23)

  • Entonces Samuel dijo a todo el pueblo de Israel: "Si os convertís al Señor de todo corazón, quitad de en medio de vosotros los dioses extranjeros y las astartés; poned vuestros corazones en el Señor y servidle a él solo; entonces el Señor os librará de la mano de los filisteos". (I Samuel 7, 3)

  • Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, sírvele con todo tu corazón, con ánimo bien dispuesto, porque el Señor escudriña los corazones de todos y penetra sus más secretos pensamientos. Si tú lo buscas, él se dejará encontrar; pero si tú lo abandonas, él se retirará para siempre. (I Crónicas 28, 9)

  • Yo sé, Dios mío, que tú sondeas los corazones y amas la rectitud; con rectitud de corazón he hecho yo mis ofrendas, y ahora veo con gozo al pueblo aquí presente comprometerse voluntariamente contigo. (I Crónicas 29, 17)

  • Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel, nuestros padres, conserva para siempre en tu pueblo estos sentimientos y disposiciones y orienta sus corazones hacia ti. (I Crónicas 29, 18)

  • Es Dios el escudo que me cubre, el que salva los corazones rectos. (Salmos 7, 11)

  • Alegraos en el Señor, justos, regocijaos, gritad de alegría todos los corazones rectos. (Salmos 32, 11)

  • en los juicios se hará justicia y todos los corazones rectos estarán conformes. (Salmos 94, 15)

  • La luz sale para los que practican la justicia y la alegría para los corazones rectos. (Salmos 97, 11)

  • él cura los corazones rotos y venda sus heridas. (Salmos 147, 3)

  • Los exhortó a que no alejasen la ley de sus corazones. (II Macabeos 2, 3)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina