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  • Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se hace hijo de Dios". (Juan 19, 7)

  • Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo preferido, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". (Juan 19, 26)

  • Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. (Juan 20, 31)

  • Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?". Pedro le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te amo". Jesús le dijo: "¡Apacienta mis corderos!". (Juan 21, 15)

  • Por segunda vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Él le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te amo". Jesús le dijo: "¡Apacienta mis ovejas!". (Juan 21, 16)

  • Por tercera vez le preguntó: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". Pedro se entristeció porque le había preguntado por tercera vez si lo amaba, y le respondió: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo". Jesús le dijo: "¡Apacienta mis ovejas!". (Juan 21, 17)

  • El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su Hijo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, el cual decidió ponerlo en libertad; (Hechos 3, 13)

  • Por vosotros, en primer lugar, Dios, después de haber resucitado a su Hijo, lo envió a bendeciros, para que os arrepintáis cada uno de vuestros pecados". (Hechos 3, 26)

  • José, llamado por los apóstoles Bernabé -que significa hijo de la consolación-, levita, chipriota de nación, (Hechos 4, 36)

  • Y le dio la alianza de la circuncisión; por eso circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días de nacer; e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. (Hechos 7, 8)

  • fue abandonado, y la hija del Faraón lo recogió y lo crió como hijo propio. (Hechos 7, 21)

  • y dijo: "Veo los cielos abiertos y al hijo del hombre de pie a la derecha de Dios". (Hechos 7, 56)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina