Fundar 865 Resultados para: David

  • Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio.» (Evangelio según San Mateo 15, 22)

  • En algún momento, dos ciegos estaban sentados a la orilla del camino, y al enterarse de que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!» (Evangelio según San Mateo 20, 30)

  • La gente les decía que se callaran, pero ellos gritaban aun más fuerte: «¡Señor, hijo de David, ten compasión de nosotros!» (Evangelio según San Mateo 20, 31)

  • Y el gentío que iba delante de Jesús, así como los que le seguían, empezaron a gritar: «¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los cielos!» (Evangelio según San Mateo 21, 9)

  • Los sacerdotes principales y los maestros de la Ley vieron las cosas tan asombrosas que Jesús acababa de hacer y a los niños que clamaban en el Templo: «¡Hosanna al hijo de David!». Estaban furiosos (Evangelio según San Mateo 21, 15)

  • Jesús les preguntó: «¿Qué piensan ustedes del Mesías? ¿De quién tiene que ser hijo?» Contestaron: «De David.» (Evangelio según San Mateo 22, 42)

  • Jesús entonces añadió: «¿Cómo es que David llama al Mesías su Señor en un texto inspirado? (Evangelio según San Mateo 22, 43)

  • Si David lo llama su Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?» (Evangelio según San Mateo 22, 45)

  • El les dijo: «¿Nunca han leído ustedes lo que hizo David cuando sintió necesidad y hambre, y también su gente? (Evangelio según San Marcos 2, 25)

  • Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» (Evangelio según San Marcos 10, 47)

  • Varias personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» (Evangelio según San Marcos 10, 48)

  • ¡Ahí viene el bendito reino de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» (Evangelio según San Marcos 11, 10)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina