Fundar 258 Resultados para: José

  • Al oír esto, José se retiró y lloró. Después volvió, habló a sus hermanos, tomó a Simeón, lo hizo amarrar en su presencia. (Génesis 42, 24)

  • José mandó llenar de trigo sus bolsas, devolverle a cada uno dentro de su bolsa su dinero, y también que se les dieran provisiones para el camino. Y así se hizo. (Génesis 42, 25)

  • Jacob, su padre, les dijo: «Ustedes me van a dejar sin hijos: falta José, falta Simeón, ¡y ahora quieren llevarse a Benjamín! ¡Todas estas cosas recaen sobre mí!» (Génesis 42, 36)

  • Tomaron entonces los regalos y doble cantidad de dinero, y también a Benjamín, y bajaron a Egipto. Se presentaron ante José. (Génesis 43, 15)

  • Cuando José vio que Benjamín estaba con ellos, dijo a su mayordomo: «Lleva a casa a estos hombres, haz matar algún animal y que se prepare un banquete, porque estos hombres comerán conmigo a mediodía.» (Génesis 43, 16)

  • El mayordomo hizo como José le ordenó, y llevó estos hombres a la casa de José. (Génesis 43, 17)

  • Ellos se asustaron porque los llevaban a la casa de José, y comentaban entre sí: «Seguramente nos traen aquí a causa del dinero que nos fue devuelto la primera vez. Nos están preparando una trampa y nos van a asaltar; nos tomarán como esclavos y se apoderarán de nuestros burros.» (Génesis 43, 18)

  • Por eso, estando ya para pasar la puerta, se acercaron al mayordomo de José y le dijeron: (Génesis 43, 19)

  • El hombre los hizo entrar en la casa de José y les dio agua para que se lavaran los pies, y mandó dar forraje a sus burros. (Génesis 43, 24)

  • Ellos prepararon el regalo y esperaron a que José llegara al mediodía, porque habían oído decir que comería allí. (Génesis 43, 25)

  • Al entrar José en la casa, le ofrecieron el regalo y lo saludaron inclinándose hasta el suelo. (Génesis 43, 26)

  • Entonces José, levantando la vista vio a su hermano Benjamín, hijo de su misma madre, y dijo: «¿Es éste el hermano menor del cual me hablaron?» Y le dijo: «¡Dios te bendiga, hijo mío!» (Génesis 43, 29)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina