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A los animales salvajes, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven sobre la tierra, les doy pasto verde para que coman.» Y así fue. (Génesis 1, 30)
«No, señor mío, escúchame: yo te regalo el campo y también la cueva que hay en él. En presencia de los hijos de mi pueblo te la doy. Sepulta allí a tu difunta.» (Génesis 23, 11)
Labán dijo: «Mejor te la doy a ti y no a cualquier otro hombre. Quédate, pues, conmigo.» (Génesis 29, 19)
Al tercer día José les dijo: «Les doy un medio para que se salven, pues yo también tengo temor de Dios. (Génesis 42, 18)
y le dijo: «Si de veras escuchas a Yavé, tu Dios, y haces lo que es justo a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y practicando sus normas, no descargaré sobre ti ninguna plaga de las que he descargado sobre los egipcios; porque yo soy Yavé, que te doy la salud.» (Exodo 15, 26)
Cuando tienen un pleito vienen a mí, yo juzgo entre unos y otros, y les doy a conocer las decisiones de Dios y sus normas.» (Exodo 18, 16)
También le doy por ayudante a Oholiab, hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan; y además, he puesto sabiduría en el corazón de todos los hombres hábiles que deberán hacer todo lo que he mandado: (Exodo 31, 6)
Y El le contestó: «Toda mi bondad va a pasar delante de ti, y yo mismo pronunciaré ante ti el Nombre de Yavé. Pues tengo piedad de quien quiero, y doy mi preferencia a quien la quiero dar.» (Exodo 33, 19)
No le pondrán levadura, pues ésta es la parte que les doy en mis sacrificios por el fuego, y será cosa muy sagrada, lo mismo que la víctima por el pecado o por algún delito. (Levítico 6, 10)
Por esto les he dicho a ustedes: Poseerán su tierra; y soy quien se la doy, de manera que sea de ustedes esa tierra que mana leche y miel: yo soy Yavé, el Dios de ustedes, que los ha separado de entre los pueblos. (Levítico 20, 24)
«Di a los israelitas: Cuando hayan entrado en la tierra que yo les doy, y ya hagan cosechas, llevarán al sacerdote la primera gavilla, o sea, las primicias de su cosecha; (Levítico 23, 10)
Yavé dijo a Aarón: "Te doy la parte que se reserva para mí de todas las ofrendas de los Israelitas. Te la doy debido a la consagración que recibieron tú y tus hijos: es una ley perpetua. (Números 18, 8)