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  • Luego besó a todos sus hermanos, llorando sobre ellos; después de lo cual sus hermanos estuvieron conversando con él. (Génesis 45, 15)

  • José engancho su carroza y subió a Gosen, al encuentro de su padre Israel; y viéndole se echó a su cuello y estúvose llorando sobre su cuello. (Génesis 46, 29)

  • Entonces toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar; y la gente estuvo llorando aquella noche. (Números 14, 1)

  • Sucedió que un hombre, un israelita, vino y presentó ante sus hermanos a la madianita, a los mismos ojos de Moisés y de toda la comunidad de los israelitas, que estaban llorando a la entrada de la Tienda del Encuentro. (Números 25, 6)

  • se quitará su vestido de cautiva y quedará en tu casa llorando a su padre y a su madre un mes entero. Después de esto podrás llegarte a ella, y serás su marido y ella será tu mujer. (Deuteronomio 21, 13)

  • El le dijo: «Vete.» Y la dejó marchar dos meses. Ella se fue con sus compañeras y estuvo llorando su virginidad por los montes. (Jueces 11, 38)

  • Ella estuvo llorando encima de él los siete días que duró la fiesta. Por fin el séptimo día se la explicó, porque lo tenía asediado y ella explicó la adivinanza a los hijos de su pueblo. (Jueces 14, 17)

  • El pueblo fue a Betel y allí permaneció delante de Dios hasta la tarde clamando y llorando con grandes gemidos. (Jueces 21, 2)

  • Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo, (I Samuel 1, 10)

  • He aquí que venía Saúl del campo detrás de los bueyes y dijo:«¿Qué tiene el pueblo que esta llorando?», y le contaron las palabras de los de Yabés. (I Samuel 11, 5)

  • Dijo Yahveh a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar llorando por Saúl, después que yo le he rechazado para que no reine sobre Israel? Llena tu cuerno de aceite y vete. Voy a enviarte a Jesé, de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí.» (I Samuel 16, 1)

  • Su marido partió con ella; la seguía llorando detrás de ella, hasta Bajurim. Abner le dijo: «Anda vuélvete.» Y se volvió. (II Samuel 3, 16)


“Viva sempre sob o olhar do Bom Pastor e você ficara’ imune aos pastos contaminados.” São Padre Pio de Pietrelcina