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  • Les impusieron pues, capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés. (Exodo 1, 11)

  • les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo y toda clase de servidumbre que les imponían por crueldad. (Exodo 1, 14)

  • En aquellos días, cuando Moisés ya fue mayor, fue a visitar a sus hermanos, y comprobó sus penosos trabajos; vio también cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. (Exodo 2, 11)

  • El rey de Egipto les replicó: «¿Por qué vosotros, Moisés y Aarón, apartáis al pueblo de sus trabajos? Idos a vuestra tarea.» (Exodo 5, 4)

  • Y añadió Faraón: «Ahora que el pueblo de esa región es numeroso ¿queréis interrumpir sus trabajos?» (Exodo 5, 5)

  • Por tanto, di a los hijos de Israel: Yo soy Yahveh; Yo os libertaré de los duros trabajos de los egipcios, os libraré de su esclavitud y os salvaré con brazo tenso y castigos grandes. (Exodo 6, 6)

  • Moisés contó a su suegro todo lo que Yahveh había hecho a Faraón y a los egipcios, en favor de Israel; todos los trabajos sufridos en el camino y cómo Yahveh les había librado de ellos. (Exodo 18, 8)

  • Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, (Exodo 20, 9)

  • Seis días harás tus trabajos, y el séptimo descansarás, para que reposen tu buey y tu asno, y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el forastero. (Exodo 23, 12)

  • También guardarás la fiesta de la Siega, de las primicias de tus trabajos, de lo que hayas sembrado en el campo; y la fiesta de la Recolección al término del año, al recoger del campo los frutos de tu trabajo. (Exodo 23, 16)

  • y le he llenado del espíritu de Dios concediéndole habilidad, pericia y experiencia en toda clase de trabajos; (Exodo 31, 3)

  • todos aquellos a quienes impulsaba su corazón y movía su espíritu vinieron a traer la ofrenda reservada a Yahveh, para los trabajos de la Tienda del Encuentro, para todo su servicio y para las vestiduras sagradas. (Exodo 35, 21)


“Não há nada mais inaceitável do que uma mulher caprichosa, frívola e arrogante, especialmente se é casada. Uma esposa cristã deve ser uma mulher de profunda piedade em relação a Deus, um anjo de paz na família, digna e agradável em relação ao próximo.” São Padre Pio de Pietrelcina