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  • y le dijo: "Tienes delante de ti mi territorio; habita donde quieras". (Génesis 20, 15)

  • Y él dijo: "Ay, Señor; envía al que quieras enviar". (Exodo 4, 13)

  • Cuando quieras hacer una ofrenda de pasta cocida en el horno, será de flor de harina en forma de hogazas, sin levadura, amasadas en aceite, u hojaldres sin levadura empapados en aceite. (Levítico 2, 4)

  • ¿No es bastante que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel y nos hayas traído a este desierto de muerte, para que quieras todavía seguir tiranizándonos? (Números 16, 13)

  • Siempre que quieras podrás matar animales y comer su carne en todas tus ciudades, en la medida que te haya bendecido el Señor, tu Dios; y podrán comerla el puro y el impuro, como si se tratase de la gacela o del ciervo. (Deuteronomio 12, 15)

  • Cuando el Señor, tu Dios, haya ensanchado tus fronteras tal como lo ha prometido, y tú digas: Yo quisiera comer carne, porque sientes deseo de ella, podrás comer toda la carne que quieras. (Deuteronomio 12, 20)

  • Allí adquirirás con ello lo que quieras: bueyes, ovejas, vino y otra bebida fermentada; en una palabra, lo que quieras; lo comerás allí en presencia del Señor, tu Dios, y te regocijarás tú y tu familia. (Deuteronomio 14, 26)

  • Y si alguno le decía: "Primero deben quemarse las grasas; después toma lo que quieras", respondía: "No, dámelo ahora; si no, lo tomaré por la fuerza". (I Samuel 2, 16)

  • Su escudero le respondió: "Haz lo que piensas; vamos donde quieras; estoy contigo". (I Samuel 14, 7)

  • Después dijo Saúl: "Bajemos esta noche a perseguir y a saquear a los filisteos hasta despuntar el alba sin dejar a uno vivo". Le respondieron: "Haz lo que quieras". Pero el sacerdote dijo: "Antes, consultemos a Dios". (I Samuel 14, 36)

  • Y dijo a todo Israel: "Poneos vosotros de un lado, y yo y mi hijo Jonatán nos pondremos del otro". El pueblo respondió: "Haz lo que quieras". (I Samuel 14, 40)

  • Oh rey, cuando quieras venir, ven; nosotros lo pondremos en tus manos". (I Samuel 23, 20)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina