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  • Dios abrió los ojos a Agar, que vio un pozo de agua. Se fue a llenar el odre y dio de beber al niño. (Génesis 21, 19)

  • La joven a quien yo diga: Baja tu cántaro para que beba yo, y que me responda: Bebe, y voy a dar también de beber a tus camellos, ésa será la que tú has destinado a tu siervo Isaac; en esto conoceré que has mostrado tu amistad con mi amo Abrahán". (Génesis 24, 14)

  • cuando el criado corrió a su encuentro, y le dijo: "Por favor, dame de beber un poco de agua de tu cántaro". (Génesis 24, 17)

  • Ella respondió: "Bebe, señor"; e inclinando en seguida el cántaro sobre su brazo, le dio de beber. (Génesis 24, 18)

  • Cuando acabó de beber le dijo: "También sacaré agua para tus camellos hasta que se harten". (Génesis 24, 19)

  • Cuando los camellos acabaron de beber, el criado tomó un anillo de oro de seis gramos de peso y se lo puso a ella en las narices; y luego, en sus brazos, dos brazaletes también de oro, de ciento veinte gramos de peso. Y le dijo: (Génesis 24, 22)

  • yo me quedaré aquí junto a la fuente; la joven que salga por agua, a la que yo diga: Dame de beber de tu cántaro (Génesis 24, 43)

  • No había acabado yo de hablar, y he aquí que salía Rebeca con su cántaro al hombro; bajó a la fuente y sacó agua. Yo le dije: Dame de beber. (Génesis 24, 45)

  • Colocó luego las varas, así descortezadas, unas frente a otras en las pilas y abrevaderos adonde iban a beber los ganados, los cuales se encelaban al ir a beber. (Génesis 30, 38)

  • ¿No es ésa la copa que sirve a mi señor para beber y adivinar? Os habéis portado muy mal". (Génesis 44, 5)

  • El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Vinieron éstas a sacar agua, y cuando estaban llenando los abrevaderos para dar de beber al rebaño de su padre, (Exodo 2, 16)

  • Los peces del río morirán, el río apestará y los egipcios no podrán beber más su agua". (Exodo 7, 18)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina