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el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, (Filipenses 2, 6)
Por tanto, hermanos míos queridísimos, mi alegría y mi corona, manteneos firmes en el Señor, queridos míos. (Filipenses 4, 1)
en el que se encuentran ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. (Colosenses 2, 3)
Y es que, ¿quién es en verdad nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona de gloria delante de nuestro Señor Jesucristo en el día de su venida? ¿Quién sino vosotros? (I Tesalonicenses 2, 19)
Sí, ciertamente, vosotros sois nuestra corona y nuestro gozo. (I Tesalonicenses 2, 20)
Todos éstos sufrirán el castigo de una perdición eterna lejos de la presencia del Señor y de su gloria esplendorosa, (II Tesalonicenses 1, 9)
De la misma manera, que las mujeres se presenten vestidas con decencia, con recato y modestia, no con peinados llamativos, ni con oro, perlas o vestidos costosos, (I Timoteo 2, 9)
Que el Señor tenga misericordia de la familia de Onesíforo, porque muchas veces me ha reconfortado y no se avergonzó de mis cadenas, (II Timoteo 1, 16)
En una casa grande no sólo hay vajillas de oro y plata, sino también de madera y barro. Unos utensilios son para usos nobles, y otros para usos vulgares. (II Timoteo 2, 20)
sólo me queda recibir la corona merecida, que en el último día me dará el Señor, justo juez; y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida. (II Timoteo 4, 8)
Saluda a Prisca y Áquila, y a la familia de Onesíforo. (II Timoteo 4, 19)
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad. (Hebreos 2, 7)