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  • pues fue proclamado por Dios sumo sacerdote a la manera de Melquisedec. (Hebreos 5, 10)

  • donde, como precursor nuestro, entró Jesús, convertido en sumo sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec. (Hebreos 6, 20)

  • En efecto, este Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, que salió al encuentro de Abrahán cuando éste volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, (Hebreos 7, 1)

  • aparece sin padre, sin madre y sin antepasados; no se conoce ni su nacimiento ni su muerte; a semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. (Hebreos 7, 3)

  • Por consiguiente, si la perfección hubiese sido realizada por el sacerdocio levítico -ya que por su medio el pueblo recibió la ley-, ¿qué necesidad habría entonces de que surgiese otro sacerdote a la manera de Melquisedec, y que no lo fuese según el orden de Aarón? (Hebreos 7, 11)

  • Y esto se hace todavía más evidente si, a semejanza de Melquisedec, surge otro sacerdote (Hebreos 7, 15)

  • Porque de él se ha dado este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec. (Hebreos 7, 17)

  • éste lo fue con juramento por aquel que le dijo: El Señor lo ha jurado y no se vuelve atrás: tú eres sacerdote para siempre. (Hebreos 7, 21)

  • Tal era precisamente el sumo sacerdote que nos convenía: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado más alto que los cielos; (Hebreos 7, 26)

  • La ley, en efecto, constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; pero la palabra del juramento posterior a la ley constituye sacerdote al Hijo, hecho perfecto para siempre. (Hebreos 7, 28)

  • El punto capital de lo que estamos diciendo es que tenemos un sumo sacerdote que está sentado a la derecha del trono de la majestad en los cielos, (Hebreos 8, 1)

  • En efecto, todo sumo sacerdote es instituido para ofrecer dones y sacrificios; por lo cual es necesario que éste tenga también algo que ofrecer. (Hebreos 8, 3)


“O Senhor nos dá tantas graças e nós pensamos que tocamos o céu com um dedo. Não sabemos, no entanto, que para crescer precisamos de pão duro, das cruzes, das humilhações, das provações e das contradições.” São Padre Pio de Pietrelcina