Löydetty 131 Tulokset: Isaac

  • Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y lo había enviado a Padán Arám para que se buscara allí una esposa. Vio, asimismo, que al bendecirlo le había dado esta orden: "No te cases con una mujer cananea", (Génesis 28, 6)

  • Entonces comprendió cuánto disgustaban a su padre Isaac las mujeres cananeas. (Génesis 28, 8)

  • Y el Señor, de pie junto a él, le decía: "Yo soy el Señor, el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac. A ti y a tu descendencia les daré la tierra donde estás acostado. (Génesis 28, 13)

  • y se llevó todo su ganado y todos sus bienes -el ganado de su propiedad, que había adquirido en Padán Arám- para ir a la tierra de Canaán, donde se encontraba Isaac, su padre. (Génesis 31, 18)

  • Y si el Dios de mi padre -el Dios de Abraham y el Terror de Isaac- no hubiera estado de mi parte, me habrías despedido con las manos vacías. Pero Dios ha visto mi opresión y mi fatiga, y ayer por la noche pronunció su fallo". (Génesis 31, 42)

  • Que el Dios de Abraham y el Dios de Najor sea nuestro juez". Entonces Jacob prestó un juramento por el Terror de Isaac. (Génesis 31, 53)

  • Después pronunció esta oración: "Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac, Señor, que me dijiste: ‘Regresa a tu tierra natal y seré bondadoso contigo’, (Génesis 32, 10)

  • La tierra que di a Abraham y a Isaac, ahora te la doy a ti y a tu descendencia". (Génesis 35, 12)

  • Jacob llegó a la casa de su padre Isaac, en Mamré, en Quiriat Arbá -la actual Hebrón- donde también había residido Abraham. (Génesis 35, 27)

  • Isaac vivió ciento ochenta años. (Génesis 35, 28)

  • Israel partió llevándose todos sus bienes. Cuando llegó a Berseba, ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. (Génesis 46, 1)

  • y los bendijo, diciendo: "El Dios en cuya presencia caminaron mis padres, Abraham e Isaac, el Dios que fue mi pastor, desde mi nacimiento hasta el día de hoy, (Génesis 48, 15)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina