Löydetty 36 Tulokset: llegan

  • Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne. (Génesis 2, 24)

  • Si no llegan a un acuerdo con nosotros en lo que se refiere a la circuncisión, tomaremos a nuestra hermana y nos iremos". (Génesis 34, 17)

  • No obres de esa manera con el Señor, tu Dios. Porque él considera abominable y detesta todo lo que ellas hacen para honrar a sus dioses, ya que llegan incluso a quemar a sus hijos y a sus hijas en homenaje a esos dioses. (Deuteronomio 12, 31)

  • Por eso pensamos que si algún día nos llegan a hacer ese reproche, a nosotros o a nuestros descendientes, les podremos responder: ‘Miren la figura del altar del Señor que hicieron nuestros padres, no para ofrecer holocaustos y sacrificios, sino para que esté como testigo entre nosotros y ustedes’. (Josué 22, 28)

  • Llegan los días en que amputaré tu brazo y el de la familia de tu padre, de manera que no habrá más ancianos en tu casa. (I Samuel 2, 31)

  • Pero Samuel le preguntó: "¿Qué son esos balidos que oigo y esos mugidos que llegan a mis oídos?". (I Samuel 15, 14)

  • Entonces Jonadab dijo al rey: "Ahí llegan los hijos del rey, tal como tu servidor lo había dicho". (II Samuel 13, 35)

  • Esto se puede comprobar, sin necesidad de remontarnos a los relatos que nos llegan del pasado, examinando lo que acontece ante nuestros ojos: ¡cuántas impiedades no han sido perpetradas por esta calaña de gobernantes indignos! (Ester 16, 7)

  • Pero se avergüenzan de haber esperado, llegan hasta allí, y quedan defraudados. (Job 6, 20)

  • telas preciosas llegan de Egipto y Etiopía, con sus propias manos, presenta sus dones a Dios. (Salmos 68, 32)

  • No temerás ningún sobresalto ni a los malvados que llegan como una tormenta. (Proverbios 3, 25)

  • En testimonio de semejante perversidad, humea allí todavía una tierra desolada, los arbustos dan frutos que no llegan a madurar y, como recuerdo de un alma incrédula, se alza una columna de sal. (Sabiduría 10, 7)


“O demônio é forte com quem o teme, mas é fraquíssimo com quem o despreza.” São Padre Pio de Pietrelcina