Trouvé 36 Résultats pour: Hadad

  • Murió Jusán y le sucedió Hadad, hijo de Bedad, que derrotó a Madián en los campos de Moab; el nombre de su ciudad era Avit. (Génesis 36, 35)

  • Murió Hadad y le sucedió Samlá, de Masrecá. (Génesis 36, 36)

  • El Señor suscitó a Salomón un enemigo en Hadad, un idumeo de la estirpe real de Edón. (I Reyes 11, 14)

  • Pero Hadad, con algunos hombres de entre los servidores de su padre, huyó a Egipto. Hadad era entonces un muchacho. (I Reyes 11, 17)

  • Hadad le cayó bien al Faraón, que le dio por esposa a la hermana de su mujer, o sea, la hermana de la reina Tafnes. (I Reyes 11, 19)

  • Pero cuando Hadad se enteró de que David descansaba con sus antepasados y de que Joab, el general del ejército, había muerto, dijo al Faraón: "Déjame volver a mi tierra". (I Reyes 11, 21)

  • fue enemigo de Israel durante todo el reinado de Salomón. Hadad reinó en Edón y fue también enemigo de Salomón. (I Reyes 11, 25)

  • Entonces Asá tomó la plata y el oro de los tesoros del templo del Señor y del palacio real, y por medio de sus servidores los envió a Ben Hadad, hijo de Tabrimón y nieto de Jezyón, rey de Siria, que tenía su residencia en Damasco, con este mensaje: (I Reyes 15, 18)

  • Ben Hadad dio oídos al rey Asá y mandó a los jefes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, y devastó a Iyón, Dan, Abel-bet-Maacá y toda la región de Genesaret con todo el territorio de Neftalí. (I Reyes 15, 20)

  • Ben Hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército y, acompañado de treinta y dos reyes con carros y caballos, fue a sitiar Samaría y la atacó. (I Reyes 20, 1)

  • "Esto dice Ben Hadad: Tu plata y tu oro son míos; tus mujeres y tus hijos a ti te pertenecen". (I Reyes 20, 3)

  • Pero los emisarios volvieron de nuevo, diciendo: "Esto dice Ben Hadad: Envío a decirte: Me debes entregar tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos. (I Reyes 20, 5)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina