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  • Caín dijo después a su hermano Abel: «Vamos al campo.» Y como estaban en el campo, Caín se lanzó contra su hermano Abel y lo mató. (Génesis 4, 8)

  • Miró a uno y otro lado, y como no viera a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. (Exodo 2, 12)

  • les responderán: Este es el sacrificio de la Pascua para Yavé, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando mató a los egipcios, dejando a salvo nuestras casas.» Al oír esto, todo el pueblo se postró y adoró. (Exodo 12, 27)

  • y como Faraón porfiaba en no dejarnos salir, Yavé mató a todos los primogénitos de Egipto, tanto de hombres como de animales. Por esta razón sacrifico a Yavé todo primogénito macho, y rescato al primer nacido de mis hijos. (Exodo 13, 15)

  • Si un ladrón, sorprendido de noche forzando una casa, es herido mortalmente, el que lo mató no será culpado. (Exodo 22, 1)

  • Yavé no fue capaz de llevar a ese pueblo a la tierra que había jurado darles, por eso es que los mató en el desierto. (Números 14, 16)

  • Cuando encuentres en el campo, en el país que Yavé, tu Dios, te da, el cadáver de una persona asesinada, sin que se sepa quién la mató, (Deuteronomio 21, 1)

  • La gente de Hay les mató treinta y seis hombres y los persiguió fuera de la Puerta hasta Sabarim, derrotándolos en la bajada. Al ver esto, todo el pueblo se desanimó. (Josué 7, 5)

  • Y si llega el que quiere vengar al muerto, no lo entregarán en sus manos, por cuanto mató a su prójimo sin quererlo ni tenerle odio. (Josué 20, 5)

  • Derribó la torre de Penuel y mató a los habitantes de la ciudad. (Jueces 8, 17)

  • Zebaj y Salmuná dijeron entonces: «Levántate tú y mátanos, porque, según es el hombre, es su valentía.» Gedeón se levantó y los mató a los dos, y tomó para sí los adornos que sus camellos llevaban al cuello. (Jueces 8, 21)

  • Fue con ellos a casa de su padre, en Ofrá, y mató de una vez a todos sus hermanos, hijos de Jerubaal, que eran setenta hombres. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Jerubaal, que pudo esconderse. (Jueces 9, 5)


“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina