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  • A la mañana después de ponerse su túnica de lino y sus calzoncillos de lino, el sacerdote recogerá las cenizas que el fuego dejó al quemar la víctima, y las pondrá junto al altar. (Levítico 6, 3)

  • El fuego del altar habrá de ser alimentado de manera que nunca se apague; el sacerdote echará leña cada día por la mañana, y pondrá encima las víctimas de holocausto así como la grasa de las víctimas de comunión.. (Levítico 6, 5)

  • El fuego arderá perpetuamente en el altar: no debe apagarse. (Levítico 6, 6)

  • Este es la ley de las ofrendas. Los hijos de Aarón las ofrecerán en presencia de Yavé frente al altar. (Levítico 6, 7)

  • El sacerdote tomará de la ofrenda un puñado de flor de harina mezclada con aceite y todo el incienso que haya puesto encima, y lo quemará en el altar para Yavé en nombre del que la ofreció. (Levítico 6, 8)

  • Uno de los hijos del sacerdote que ha sido ungido podrá ofrecerla en su lugar. Esta ofrenda será quemada entera en el altar: esto será un rito perpetuo. (Levítico 6, 15)

  • La víctima por el delito se sacrificará en el mismo lugar donde se sacrifica la víctima del holocausto y su sangre será derramada en el altar y en su derredor. (Levítico 7, 2)

  • El sacerdote quemará todo esto sobre el altar como sacrificio por el fuego para Yavé. Este es el sacrificio por el delito. (Levítico 7, 5)

  • El sacerdote quemará la grasa sobre el altar; el pecho será para Aarón y sus hijos. (Levítico 7, 31)

  • Roció con el óleo siete veces el altar y lo ungió con todos los utensilios, así como también la pila y su base, para que quedarán consagrados. (Levítico 8, 11)

  • Moisés lo sacrificó. Mojando sus dedos en la sangre, untó con ella las esquinas del altar, para consagrarlo. Después derramó el resto de la sangre al pie del altar; de esta manera lo consagró, haciendo por él la expiación. (Levítico 8, 15)

  • Moisés tomó luego toda la grasa que cubre las entrañas, el hígado y los dos riñones con su grasa y la quemó sobre el altar. (Levítico 8, 16)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina