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  • Apenas llegó, tocó el cuerno en los cerros de Efraím y los israelitas bajaron de los cerros. El se puso al frente de todos y les dijo: (Jueces 3, 27)

  • y la mano de Madián se les hizo muy pesada. A causa de Madián, los israelitas se hicieron los escondites que hay en los cerros, las cavernas y los refugios. (Jueces 6, 2)

  • Gedeón mandó también mensajeros por todos los cerros de Efraím para decir: «Bajen al encuentro de Madián y córtenles los vados hasta Bet-Bará y a lo largo del Jordán.» Acudieron, pues, todos los hombres de Efraím y ocuparon los vados hasta Bet-Bará y a lo largo del Jordán. (Jueces 7, 24)

  • Después de Abimelec, Tolá, hijo de Puá, hijo de Dodó, se presentó para salvar a Israel. Era de la tribu de Isacar y habitaba en Samir, en los cerros de Efraím. (Jueces 10, 1)

  • Luego dijo a su padre: «Te ruego me des un plazo de dos meses para vivir con mis compañeras en los cerros. Allí lamentaré mi adolescencia perdida.» (Jueces 11, 37)

  • Jefté le dijo: «Vete, pues.» Y la despidió por dos meses. Ella se fue a los cerros con sus compañeras para llorar su adolescencia perdida. (Jueces 11, 38)

  • Mandó en Israel ocho años y murió Abdón, hijo de Hil-lel, de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en los cerros de Efraím, en la montaña del Amalecita. (Jueces 12, 15)

  • Los filisteos subieron a los cerros de Judá e hicieron una incursión por Lejí. (Jueces 15, 9)

  • Había en los cerros de Efraím un hombre llamado Miqueas. (Jueces 17, 1)

  • Un día dejó Belén y salió al camino para ver dónde podría establecerse como forastero. Llegó a los cerros de Efraím, a la casa de Miqueas. (Jueces 17, 8)

  • Los danitas enviaron a cinco hombres de los suyos, hombres valientes de Sorá y Estaol, para recorrer aquella tierra y explorarla. Les dijeron: «Vayan a explorar el país.» Llegaron a los cerros de Efraím cerca de la casa de Miqueas y pasaron allí la noche. (Jueces 18, 2)

  • De allí pasaron a los cerros de Efraím y llegaron a la casa de Miqueas. (Jueces 18, 13)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina