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  • Pues bien, ya que ustedes han pisoteado al pobre, exigiéndole una parte de su cosecha, esas casas de piedras canteadas que edifican no las van a ocupar, y de esas cepas escogidas que ahora plantan no probarán el vino. (Amós 5, 11)

  • Y dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. (Evangelio según San Mateo 9, 37)

  • Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe trabajadores a recoger su cosecha.» (Evangelio según San Mateo 9, 38)

  • Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno. (Evangelio según San Mateo 13, 8)

  • Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: Corten primero las malas hierbas, hagan fardos y arrójenlos al fuego. Después cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas.» (Evangelio según San Mateo 13, 30)

  • El enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. (Evangelio según San Mateo 13, 39)

  • Cuando llegó el tiempo de la vendimia, el dueño mandó a sus sirvientes que fueran donde aquellos labradores y cobraran su parte de la cosecha. (Evangelio según San Mateo 21, 34)

  • Y cuando el grano está maduro, se le mete la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.» (Evangelio según San Marcos 4, 29)

  • Les dijo: «La cosecha es abundante, pero los obreros son pocos. Rueguen, pues, al dueño de la cosecha que envíe obreros a su cosecha. (Evangelio según San Lucas 10, 2)

  • Aquí vale el dicho: Uno es el que siembra y otro el que cosecha. (Evangelio según San Juan 4, 37)

  • No, eso ha sido escrito para nosotros. A nosotros se refiere la Escritura cuando dice que el labrador espera algo de su trabajo y que el que trilla tendrá parte en la cosecha. (1º Carta a los Corintios 9, 10)

  • Al agricultor que trabaja duro le corresponden en primer lugar los frutos de la cosecha. Entiende lo que quiero decirte; (2º Carta a Timoteo 2, 6)


“A ingenuidade e’ uma virtude, mas apenas ate certo ponto; ela deve sempre ser acompanhada da prudência. A astúcia e a safadeza, por outro lado, são diabólicas e podem causar muito mal.” São Padre Pio de Pietrelcina