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  • Supo Saúl que David y los hombres que lo acompañaban habían sido descubiertos. Y estando Saúl en Guibea, en el alto, debajo del tamarisco, con la lanza en la mano, rodeado de todos sus oficiales, (1 Samuel 22, 6)

  • Adonías, hijo de Jaguit, ambicionaba suceder a su padre. Por esto se había conseguido un carro tirado por caballos, y andaba rodeado de cincuenta hombres. (1 Reyes 1, 5)

  • ¿No lo has rodeado de un cerco de protección a él, a su familia y a todo cuanto tiene? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus rebaños hormiguean por el país. (Job 1, 10)

  • Yo duermo rodeado de leones, que devoran a los hijos de los hombres, sus dientes son lanzas y flechas, su lengua es una espada acerada. (Salmos 57, 5)

  • Vieron el campamento de los paganos que era poderoso, bien defendido, y rodeado de hombres a caballo, toda gente experta en la guerra. (1 Macabeos 4, 7)

  • Al saber Timoteo que Judas venía contra él, envió a las mujeres y a los niños y buena parte del equipaje a una fortaleza llamada Carnión, lugar inexpugnable y de difícil acceso, porque estaba rodeado de profundos desfiladeros. (2 Macabeos 12, 21)

  • Cuando ya los soldados estaban a punto de ocupar la torre y forzar la puerta de entrada (ya mandaban a buscar fuego para incendiarla), Razis, rodeado por todas partes, se hirió en el vientre con su espada. (2 Macabeos 14, 41)

  • ¡Qué majestuoso se veía cuando salía de detrás del velo del Templo, rodeado de su pueblo! (Sirácides (Eclesiástico) 50, 5)

  • Encima tenían un capitel de bronce de cinco codos de altura, rodeado totalmente por un trenzado con granadas, todo de bronce. Ambas columnas eran iguales. (Jeremías 52, 22)

  • Lo vi como rodeado de metal incandescente, sumergido en el fuego que proyectaba luz. (Ezequiel 1, 27)

  • Efraím me ha rodeado de mentira; la gente de Israel, de falsedad; sigue todavía a su baal y se apega a sus divinidades. (Oseas 12, 1)

  • Y su rey, rodeado de su corte, partirá al destierro», dice Yavé. (Amós 1, 15)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina