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  • Al ver lo que Pablo acababa de hacer, la multitud comenzó a gritar en dialecto licaonio: «Los dioses han descendido hasta nosotros en forma humana», (Hechos 14, 11)

  • El sacerdote del templo de Júpiter que estaba a la entrada de la ciudad, trajo al atrio unos toros adornados de guirnaldas y, junto con la multitud, se disponía a sacrificarlos. (Hechos 14, 13)

  • Pero a pesar de todo lo que dijeron, les costó mucho impedir que la multitud les ofreciera un sacrificio. (Hechos 14, 18)

  • Vinieron de Antioquía y de Iconio algunos judíos que lograron convencer a la multitud. Entonces apedrearon a Pablo y, creyéndolo muerto, lo arrastraron fuera de la ciudad. (Hechos 14, 19)

  • La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. (Hechos 16, 22)

  • Estos gritos impresionaron mucho a la multitud y a los magistrados, (Hechos 17, 8)

  • Pero, cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo había anunciado la Palabra de Dios también en Berea, fueron allí a perturbar a la multitud sembrando la agitación. (Hechos 17, 13)

  • Al oír estas palabras, la multitud se enfureció y comenzó a gritar: «¡Viva la gran Diana de los efesios!», (Hechos 19, 28)

  • Entonces hicieron salir de entre la multitud a Alejandro, a quien los judíos empujaban hacia adelante. Este, pidiendo silencio con la mano, quería dar una explicación a la asamblea. (Hechos 19, 33)

  • Por fin, el secretario de la ciudad consiguió calmar a la multitud, diciendo: «Efesios, ¿qué hombre de este mundo ignora que la ciudad de Éfeso es la guardiana del templo de la gran diosa Diana y de su estatua venida del cielo? (Hechos 19, 35)

  • Casi al final de los siete días, cuando los judíos venidos de Asia vieron a Pablo en el Templo, amotinaron a la multitud y se apoderaron de él, (Hechos 21, 27)

  • Al llegar a la escalinata, los soldados tuvieron que alzarlo debido a la violencia de la multitud, (Hechos 21, 35)


“Recorramos a Jesus e não às pessoas, pois só ele nunca nos faltará.” São Padre Pio de Pietrelcina