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  • "Preséntate al Faraón, el rey de Egipto, y dile que deje partir de su país a los israelitas". (Exodo 6, 11)

  • Tú le comunicarás todo lo que yo te mande, y él hablará al Faraón, para que deje salir de su país a los israelitas. (Exodo 7, 2)

  • Ya sea que su miembro deje salir el flujo, o que se obstruya a causa del mismo, su impureza consistirá en lo siguiente: (Levítico 15, 3)

  • Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré, y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre". (I Samuel 1, 22)

  • Entonces Abner gritó a Joab: "¿Terminará alguna vez esta masacre? ¿No te das cuenta que al fin no habrá más que amargura? ¿Qué esperas para decirle a tu gente que deje de perseguir a sus hermanos?". (II Samuel 2, 26)

  • Abner se enfureció por las palabras de Isbaal y replicó: "¿Acaso yo soy un perro, de esos de Judá? Hasta hoy he procedido lealmente con la casa de tu padre Saúl, con sus hermanos y amigos, y no te dejé caer en manos de David. ¡Y ahora tú me recriminas a causa de esa mujer! (II Samuel 3, 8)

  • Luego entraron para ofrecer sacrificios y holocaustos. Mientras tanto, Jehú había apostado afuera a ochenta hombres y les había dicho: "El que deje escapar a alguno de los que yo pongo en las manos de ustedes, responderá por él con su propia vida". (II Reyes 10, 24)

  • Al llegar a Jerusalén, dejé pasar tres días. (Nehemías 2, 11)

  • Yo iba a Media y hacía las compras, hasta que él murió. En una ocasión, dejé en casa de Gabael, hermano de Gabrí, en el país de los Medos, unas bolsas con diez talentos de plata. (Tobías 1, 14)

  • Y ahora, quiero hacerte saber que yo dejé en depósito a Gabael, hijo de Gabrí, en Ragués de Media, diez talentos de plata. (Tobías 4, 20)

  • "¡Qué desgracia, hijo mío! Yo te dejé ir, a ti, la luz de mis ojos!". (Tobías 10, 5)

  • Pero ella replicaba: "Déjame, no trates de engañarme. Mi hijo ha muerto". Y todos los días salía a mirar el camino por donde se había ido su hijo, porque no se fiaba de nadie. Al caer la tarde, entraba en su casa y pasaba las noches llorando y lamentándose sin poder dormir. Cuando pasaron los catorce días de fiesta que Ragüel había prometido celebrar en honor de su hija, Tobías fue a decirle: "Déjame partir, porque seguramente mi padre y mi madre piensan que ya no volverán a verme. Te ruego, padre, que me dejes volver a la casa de mi padre. Ya te dije en qué estado lo dejé". (Tobías 10, 7)


“O grau sublime da humildade é não só reconhecer a abnegação, mas amá-la.” São Padre Pio de Pietrelcina