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  • Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, la mujer de Judá. Cuando Judá se hubo consolado, subió a Timná para el trasquileo de su rebaño, junto con Jirá su compañero adulamita. (Génesis 38, 12)

  • Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la encontró. (Génesis 38, 20)

  • Salió al día siguiente y vio a dos hebreos que reñían. Y dijo al culpable: «¿Por qué pegas a tu compañero?» (Exodo 2, 13)

  • Mientras los trescientos tocaban los cuernos, Yahveh volvió la espada de cada uno contra su compañero por todo el campamento. La tropa huyó hasta Bet Hassittá, hacia Sartán, hasta la orilla de Abel Mejolá frente a Tabbat. (Jueces 7, 22)

  • La mujer de Sansón pasó a ser de un compañero suyo, el que había sido su amigo de confianza. (Jueces 14, 20)

  • y le dijo: «Yo pensé que ya no la querías y se la di a tu compañero. ¿No vale más su hermana menor? Sea tuya en lugar de la otra.» (Jueces 15, 2)

  • Los filisteos preguntaron: «¿Quién ha hecho esto?» Y les respondieron: «Sansón, el yerno del timnita, porque éste tomó a su mujer y se la dio a su compañero.» Entonces los filisteos subieron y quemaron a aquella mujer y la casa de su padre. (Jueces 15, 6)

  • Un hombre de los hijos de los profetas dijo a su compañero: «Por orden de Yahveh, hiéreme»; pero el hombre no quiso herirle. (I Reyes 20, 35)

  • Tobit le dijo: «Calla, hermana, no pienses eso. El está bien. Habrán tenido algún contratiempo allí, pero su compañero es hombre de fiar y uno de los nuestros; no te inquietes por él, que debe estar cerca.» (Tobías 10, 6)

  • Me he hecho hermano de chacales y compañero de avestruces. (Job 30, 29)

  • ¡Pero tú, un hombre de mi rango, mi compañero, mi íntimo, (Salmos 55, 14)

  • Filipo, su compañero, trasladaba su cuerpo; mas, por temor al hijo de Antíoco, se retiró a Egipto, junto a Tolomeo Filométor. (II Macabeos 9, 29)


“Menosprezai vossas tentações e não vos demoreis nelas. Imaginai estar na presença de Jesus. O crucificado se lança em vossos braços e mora no vosso coração. Beijai-Lhe a chaga do lado, dizendo: ‘Aqui está minha esperança; a fonte viva da minha felicidade. Seguro-vos, ó Jesus, e não me aparto de vós, até que me tenhais posto a salvo’”. São Padre Pio de Pietrelcina