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  • En efecto, Yahveh visitó a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas; el niño Samuel crecía ante Yahveh. (I Samuel 2, 21)

  • Cuanto al niño Samuel, iba creciendo y haciéndose grato tanto a Yahveh como a los hombres. (I Samuel 2, 26)

  • Servía el niño Samuel a Yahveh a las órdenes de Elí; en aquel tiempo era rara la palabra de Yahveh, y no eran corrientes las visiones. (I Samuel 3, 1)

  • Tercera vez llamó Yahveh a Samuel y él se levantó y se fue donde Elí diciendo: «Aquí estoy, porque me has llamado.» Comprendió entonces Elí que era Yahveh quien llamaba al niño, (I Samuel 3, 8)

  • Estando a la muerte, las que la asistían le dijeron: «Animo, que es un niño lo que has dado a luz», pero ella no respondió ni prestó atención. (I Samuel 4, 20)

  • Llamó al niño Ikabod, diciendo: «La gloria ha sido desterrada de Israel», aludiendo a la captura del arca de Dios, a su suegro y a su marido. (I Samuel 4, 21)

  • Dijo Saúl a David: «No puedes ir contra ese filisteo para luchar con él, porque tú eres un niño y él es hombre de guerra desde su juventud.» (I Samuel 17, 33)

  • Y Natán se fue a su casa. Hirió Yahveh al niño que había engendrado a David la mujer de Urías y enfermó gravemente. (II Samuel 12, 15)

  • David suplicó a Dios por el niño; hizo David un ayuno riguroso y entrando en casa pasaba la noche acostado en tierra. (II Samuel 12, 16)

  • El séptimo día murió el niño; los servidores de David temieron decirle que el niño había muerto, porque se decían: «Cuando el niño aún vivía le hablábamos y no nos escuchaba. ¿Cómo le diremos que el niño ha muerto? ¡Hará un desatino!» (II Samuel 12, 18)

  • Vio David que sus servidores cuchicheaban entre sí y comprendió David que el niño había muerto y dijo David a sus servidores: «¿Es que ha muerto el niño?» Le respondieron: «Ha muerto.» (II Samuel 12, 19)

  • Sus servidores le dijeron: «¿Qué es lo que haces? Cuando el niño aún vivía ayunabas y llorabas, y ahora que ha muerto te levantas y comes.» (II Samuel 12, 21)


“Cuide de estar sempre em estado de graça.” São Padre Pio de Pietrelcina