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  • Los habitantes, con sus mujeres y sus hijos, subieron a las murallas, se rasgaron las vestiduras y pidieron a Simón la paz a grandes gritos, clamando: (I Macabeos 13, 45)

  • Entonces, a grandes gritos, pidieron la paz a Simón, quien se la concedió; pero los echó de allí y purificó la ciudadela de toda huella de idolatría. (I Macabeos 13, 50)

  • que tuviera también piedad de la ciudad devastada, a punto de ser completamente arrasada; que oyera el clamor de la sangre, que pedía a gritos justicia; (II Macabeos 8, 3)

  • Las palabras dulces de los sabios son escuchadas mejor que los gritos del rey de los necios. (Eclesiastés 9, 17)

  • Sí, la viña del Señor omnipotente es el pueblo de Israel; y los hombres de Judá, su plantel escogido. El Señor esperaba de ellos respeto a la ley, y hay sangre derramada; esperaba justicia, y sólo hay gritos de dolor. (Isaías 5, 7)

  • ¡Lanza tus gritos, hija de Galín; escúchalos, Lais; respóndele, Anatot! (Isaías 10, 30)

  • Izad una enseña sobre un monte pelado, lanzad gritos hacia ellos, indicad con la mano que entren por las puertas de los nobles. (Isaías 13, 2)

  • Mi corazón gime por Moab; sus fugitivos están ya en Soar, en Egla-Selisiyá. La subida de Lujit la suben llorando; por el camino de Joronáyim, lanzan gritos de angustia. (Isaías 15, 5)

  • Porque es un día de consternación, de opresión y pánico por obra del Señor Dios todopoderoso. En el valle de la Visión los muros se desploman, y hasta la montaña llegan los gritos. (Isaías 22, 5)

  • Gritos hay por las calles por la falta de vino, ha desaparecido toda alegría, ha huido del país el júbilo. (Isaías 24, 11)

  • Sí, pueblo de Sión que habitas en Jerusalén, no llorarás más: él te dará su gracia, atento a tus gritos de súplica; en cuanto lo oiga, te responderá. (Isaías 30, 19)

  • Esto me ha dicho el Señor: Como el león o el cachorro ruge sobre su presa, y al acosarle el tropel de los pastores no se asusta de sus gritos ni se acobarda por su número, así el Señor todopoderoso bajará a pelear en el monte Sión y en su colina. (Isaías 31, 4)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre todo o bem que ela ainda pode fazer”. São Padre Pio de Pietrelcina