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• Vino con las órdenes reales, pero no presentaba nada digno de un sumo sacerdote, sino pasiones de tirano cruel e instintos de bestia salvaje. (II Macabeos 4, 25)

• la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hombres, las variedades de las plantas y las virtudes de las raíces. (Sabiduría 7, 20)

• Pues cuando seguíamos nuestros bajos instintos, la ley avivaba nuestras pasiones pecaminosas, que producían en nuestro cuerpo frutos de muerte. (Romanos 7, 5)

• Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. (Romanos 7, 18)

• En efecto, lo que la ley era incapaz de hacer, debido a los bajos instintos del hombre, lo hizo Dios enviando a su propio Hijo en condición semejante a la del hombre pecador, como sacrificio por el pecado y para condenar el pecado en su misma naturaleza humana. (Romanos 8, 3)

• Así nosotros, que vivimos conforme al Espíritu y no conforme a los bajos instintos, podemos practicar la justicia que ordena la ley. (Romanos 8, 4)

• Así pues, hermanos, no somos deudores de los bajos instintos para tener que vivir de acuerdo con ellos. (Romanos 8, 12)

• Porque si vivís según los bajos instintos, moriréis; pero si, conforme al Espíritu, dais muerte a las acciones carnales, viviréis. (Romanos 8, 13)

• al contrario, revestíos de Jesucristo, el Señor, y no busquéis satisfacer los bajos instintos. (Romanos 13, 14)

• Nosotros también éramos de ésos cuando nos dejábamos llevar de las apetencias carnales, sujetos a los deseos de nuestros instintos y a nuestra imaginación. Éramos, por naturaleza, objeto de la ira divina, igual que los demás. (Efesios 2, 3)