Talált 526 Eredmények: Palabras

  • Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo, quedaron consternados y se llenaron de miedo. (I Samuel 17, 11)

  • Cuando estaba hablando con ellos, el campeón, llamado Goliat, de Gat, salió de las filas de los filisteos y repitió las mismas palabras. David las oyó. (I Samuel 17, 23)

  • Oyeron las palabras de David y se las contaron a Saúl, que lo mandó llamar. (I Samuel 17, 31)

  • Saúl escuchó las palabras de Jonatán e hizo este juramento: "¡Vive Dios que no morirá!". (I Samuel 19, 6)

  • En cuanto a las palabras que hemos hablado tú y yo, Dios es nuestro testigo para siempre". (I Samuel 20, 23)

  • David reflexionó sobre estas palabras y sintió gran miedo de Aquís, rey de Gat, (I Samuel 21, 13)

  • Se echó a sus pies y dijo: "Que la culpa recaiga sobre mí, señor. Deja hablar a tu sierva y escucha mis palabras. (I Samuel 25, 24)

  • David recibió de su mano lo que ella había traído y le dijo: "Vete en paz a tu casa; ya ves que he escuchado tus palabras y que he accedido a tus ruegos". (I Samuel 25, 35)

  • Y ahora, que el rey, mi señor, se digne escuchar las palabras de su siervo: Si es el Señor quien te excita contra mí, que sea aplacado con una ofrenda; pero si son los hombres, malditos sean del Señor, pues me echan hoy para que no participe en la herencia del Señor, diciendo: Vete a servir a dioses extraños. (I Samuel 26, 19)

  • Saúl cayó repentinamente en tierra todo lo largo que era, pues las palabras de Samuel le habían llenado de terror; además le faltaron las fuerzas, porque no había comido nada durante todo el día y toda la noche. (I Samuel 28, 20)

  • Abner se indignó mucho por estas palabras de Isbaal, y le dijo: "¿Soy yo, acaso, una cabeza de perro? Yo he tenido piedad de la casa de Saúl, con sus hermanos y sus amigos, y no te he dejado caer en manos de David; ¿y ahora me recriminas por una mujer? (II Samuel 3, 8)

  • Sí, Señor, tú eres Dios, tus palabras son verdad, y has hecho a tu siervo esta gran promesa. (II Samuel 7, 28)


“Na igreja se fala somente com Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina