Talált 84 Eredmények: caldeos

  • y murió en vida de su padre Téraj, en su país natal, Ur de los caldeos. (Génesis 11, 28)

  • Téraj tomó a su hijo Abrán, a su nieto Lot y a Saray su nuera, mujer de Abrán, y los hizo salir de Ur de los caldeos para ir al país de Canaán; pero al llegar a Jarán se quedaron allí. (Génesis 11, 31)

  • Y le dijo: "Yo soy el Señor que te sacó de Ur de los caldeos para darte esta tierra en posesión". (Génesis 15, 7)

  • Y el Señor mandó contra él bandas de caldeos, de sirios, moabitas y amonitas; las mandó contra Judá para destruirlo, conforme a la palabra que el Señor había pronunciado por medio de sus siervos los profetas. (II Reyes 24, 2)

  • Entonces se practicó una brecha en la ciudad, y todos los hombres de armas huyeron de noche por la puerta entre los dos muros que daban al jardín real, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y escaparon hacia la Arabá. (II Reyes 25, 4)

  • Pero el ejército de los caldeos persiguió al rey y lo alcanzó en la llanura de Jericó; todo el ejército lo abandonó y se dispersó. (II Reyes 25, 5)

  • Todo el ejército de los caldeos, que estaba a las órdenes del jefe de la escolta, demolió las murallas de Jerusalén. (II Reyes 25, 10)

  • Los caldeos hicieron pedazos las columnas de bronce que había en el templo del Señor, las basas y la pila de bronce, y llevaron el bronce a Babilonia. (II Reyes 25, 13)

  • Godolías les prestó juramento a ellos y a sus hombres, y les dijo: "No tengáis miedo en servir a los caldeos; volved a vuestro país, servid al rey de Babilonia y gozaréis de bienestar". (II Reyes 25, 24)

  • Pero el séptimo mes llegó Ismael, hijo de Netanías y nieto de Elisamá, de estirpe real, con diez hombres y mató a Godolías y a los judíos y caldeos que estaban con él en Mispá. (II Reyes 25, 25)

  • Entonces todo el pueblo, chicos y grandes, y los jefes de las milicias se levantaron y huyeron a Egipto, porque tenían miedo a los caldeos. (II Reyes 25, 26)

  • El Señor mandó contra ellos al rey de los caldeos, que pasó a espada a sus jóvenes en el santuario mismo, sin perdonar a nadie, ni joven ni virgen, ni anciano ni hombre encanecido. Dios los entregó a todos en sus manos. (II Crónicas 36, 17)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina