Talált 97 Eredmények: entrego

  • Y aquel mismo día Labán separó los machos cabríos manchados, todas las cabras manchadas, toda res con manchas blancas y todas las ovejas negras, y se las entregó a sus hijos, (Génesis 30, 35)

  • Cuando acabó de dar estas órdenes a sus hijos, recogió sus pies en la cama, entregó su espíritu y se reunió con los suyos. (Génesis 49, 33)

  • Moisés entregó el dinero del rescate a Aarón y a sus hijos, tal como el Señor le había ordenado. (Números 3, 51)

  • Moisés tomó los carros y los bueyes y los entregó a los levitas; (Números 7, 6)

  • El Señor los atendió, y entregó a los cananeos en manos de Israel, que los destruyó a ellos y sus ciudades. Por lo cual fue llamado aquel lugar Jormá. (Números 21, 3)

  • Moisés entregó al sacerdote Eleazar el tributo reservado para el Señor, tal como el Señor había ordenado a Moisés. (Números 31, 41)

  • De esta mitad correspondiente a los israelitas, Moisés tomó el uno por cincuenta en hombres y animales, y se lo entregó a los levitas que se cuidaban del servicio en la morada del Señor, tal como el Señor había ordenado a Moisés. (Números 31, 47)

  • Levantaos, partid y pasad el torrente del Arnón. Yo entrego en tus manos a Sijón, rey de Jesbón, el amorreo, y a su país. (Deuteronomio 2, 24)

  • Éstas son las palabras que el Señor dirigió a toda vuestra comunidad sobre la montaña, en medio de fuego, de nube y de tinieblas, con fuerte voz, sin añadir más. Las escribió sobre dos tablas de piedra, que me entregó. (Deuteronomio 5, 22)

  • Moisés escribió luego esta ley y la entregó a los sacerdotes levitas, que llevaban el arca de la alianza del Señor, y a todos los ancianos de Israel. (Deuteronomio 31, 9)

  • El Señor la entregó también, con su rey, en manos de Israel, que la pasó a filo de espada con todos los que vivían en ella sin dejar un superviviente. Y trató a su rey como había tratado al de Jericó. (Josué 10, 30)

  • El Señor entregó a Laquis en manos de Israel, que la tomó al segundo día, y pasó a filo de espada a todos los que vivían en ella, como había hecho con Libná. (Josué 10, 32)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina