10. Pasaron la primera y la segunda guardia y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió sola. Salieron y se metieron por un callejón, y de repente lo dejó el ángel.





“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina