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Entonces me dijo: "Viste, hijo de hombre, ¿no les basta a la casa de Judá con hacer aquí tantas cosas escandalosas? ( ) ¿Van a seguir enojándome? Pero esta vez se les pasó la medida, (Ezequiel 8, 17)
Quedan, sin embargo, supervivientes, los cuales están saliendo y serán traídos hasta aquí, hombres y mujeres. Cuando sepan de su conducta y de sus obras, (Ezequiel 14, 22)
Y si te dicen ¿Por qué te lamentas tanto? les responderás: Es por una noticia que acaba de llegar, todos se van a desmoralizar, se les caerán las manos, sus espíritus se perturbarán y sus rodillas temblarán. He aquí que viene, ya está aquí, dice Yavé." (Ezequiel 21, 12)
Porque esto dice Yavé: ¡Aquí estoy, soy yo! Vengo en busca de las ovejas, yo me ocuparé de ellas (Ezequiel 34, 11)
de parte de Yavé: Aquí estoy para extender mi mano sobre ti, montaña de Seir, te convertiré en ruinas y en desierto. (Ezequiel 35, 3)
Hasta aquí la relación. Yo, Daniel, quedé con mis pensamientos muy turbados, se me cambió el color de la cara y guardé estas cosas en mi corazón. (Daniel 7, 28)
y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Nosotros vamos a salir de aquí; tú, rey, manda poner la comida y el vino preparado; luego cierra la puerta y séllala con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, encuentras que Bel no se lo ha comido todo, moriremos; en caso contrario, morirá Daniel, que nos ha calumniado. (Daniel 14, 11)
Y le dije: «Te quedarás aquí conmigo mucho tiempo, sin ofrecerte a nadie y sin traicionarme con ningún hombre, y yo tampoco tendré relaciones contigo.» (Oseas 3, 3)
Prepárate a tocar la corneta pues aquí viene la desgracia y se deja caer como un águila sobre los de la Casa de Yavé. No han respetado mi alianza y han rechazado mi Ley. (Oseas 8, 1)
Luego Amasías fue a decirle a Amós: «Sal de aquí, visionario; vete a Judá, gánate allá la vida dándotelas de profeta, (Amós 7, 12)
pero no profetices más aquí en Betel, que es un santuario real, un templo nacional.» (Amós 7, 13)
Ustedes son de los que dicen: «Levántense y caminen, pues aquí no se descansa.» Debido a sus pecados irán amarrados al cautiverio. (Miqueas 2, 10)