Encontrados 942 resultados para: Ciudad

  • «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad. Teniendo a Gamaliel de maestro, fui instruido en la Ley de nuestros padres en la forma más seria, y era un fanático del servicio de Dios, como ustedes ahora. (Hecho de los Apóstoles 22, 3)

  • y que nadie me sorprendió discutiendo en el Templo o alborotando a la gente ni en las sinagogas ni en la ciudad; (Hecho de los Apóstoles 24, 12)

  • Al día siguiente llegaron Agripa y Berenice con gran pompa, y entraron en la sala de la audiencia acompañados por los jefes militares y las autoridades de la ciudad. Festo ordenó que trajeran a Pablo (Hecho de los Apóstoles 25, 23)

  • Subimos a bordo de un barco de Adrumeto que se dirigía a las costas de Asia y zarpamos; nos acompañaba Aristarco, un macedonio de la ciudad de Tesalónica. (Hecho de los Apóstoles 27, 2)

  • Lo costeamos con dificultad y llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca de la ciudad de Lasea. (Hecho de los Apóstoles 27, 8)

  • Los saludan Erasto, tesorero de la ciudad, y nuestro hermano Cuarto. (Carta a los Romanos 16, 24)

  • Viajes frecuentes; peligrosos de ríos; peligros de bandidos; peligros por parte de mis compatriotas; peligros por parte de los paganos; peligros en la ciudad; peligros en lugares despoblados; peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos. (2º Carta a los Corintios 11, 26)

  • En Damasco, el gobernador del rey Aretas hizo vigilar la ciudad con intención de apresarme, (2º Carta a los Corintios 11, 32)

  • Así, pues, ya no son extranjeros ni huéspedes, sino ciudadanos de la ciudad de los santos; ustedes son de la casa de Dios. (Carta a los Efesios 2, 19)

  • Pues esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. (Carta a los Hebreos 11, 10)

  • Pero no, aspiraban a una patria mejor, es decir, a la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ellos ni de llamarse su Dios, pues él les preparó la ciudad. (Carta a los Hebreos 11, 16)

  • Ustedes, en cambio, se han acercado al cerro de Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial con sus innumerables ángeles, (Carta a los Hebreos 12, 22)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina