Encontrados 1067 resultados para: David y Saúl

  • Entonces Samuel tomó la alcuza de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl y después lo besó diciendo: «Yavé es quien te ha ungido como jefe de Israel. Tú dirigirás al pueblo de Yavé y lo librarás de los enemigos que lo rodean. Y ésta será para ti la señal de que el mismo Yavé te ha ungido. (1 Samuel 10, 1)

  • Apenas Saúl se alejó de Samuel, Dios le cambió el corazón y todas las señales se realizaron ese mismo día. (1 Samuel 10, 9)

  • Los que lo conocían desde niño, cuando lo vieron cantando con los profetas, se decían entre sí: «¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También Saúl está profetizando?» (1 Samuel 10, 11)

  • A lo cual respondieron algunos: «¿Y quién es su padre?» Y así pasó a ser un proverbio: «¿Conque Saúl es uno de los profetas?» (1 Samuel 10, 12)

  • Saúl dejó de profetizar cuando llegó con ellos al santuario. (1 Samuel 10, 13)

  • El tío de Saúl les preguntó a él y a su mozo a dónde habían ido; a lo que ellos respondieron: «Andábamos buscando las burras, pero como no las encontramos por ningún lado, fuimos a ver a Samuel.» (1 Samuel 10, 14)

  • De la tribu de Benjamín fue designada la familia de Matrí, y de la familia de Matrí, Saúl, hijo de Quis. Lo buscaron, pero no lo encontraron. (1 Samuel 10, 21)

  • Entonces, volvieron a preguntar a Yavé: «¿Vino Saúl?» A lo que Yavé dijo: «A estas horas está escondido en medio de los equipajes.» (1 Samuel 10, 22)

  • Después, despidió Samuel al pueblo, y cada cual se fue a su casa. También Saúl se fue a la suya, en Guibea, acompañado de aquellos valientes cuyos corazones había movido el Señor. (1 Samuel 10, 26)

  • Llegaron los mensajeros a Guibea, donde vivía Saúl, y contaron estas cosas al pueblo, y todos se pusieron a gritar y a llorar. (1 Samuel 11, 4)

  • En esto llegó Saúl, que venía del campo con sus bueyes, y dijo: «¿Por qué está llorando todo el mundo?» Cuando le contaron lo que sucedía, (1 Samuel 11, 5)

  • el espíritu de Dios se apoderó de Saúl y se enojó sobremanera. (1 Samuel 11, 6)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina