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Llevarán a todas tus mujeres y tus hijos a los caldeos, y tú no escaparás de ellos, sino que caerás en manos del rey de Babilonia, el cual incendiará esta ciudad.» (Jeremías 38, 23)
Todos los jefes de las guerrillas, que se mantenían con sus hombres en pie de guerra, se enteraron de que el rey de Babilonia había dejado a Godolías, hijo de Ajigam, como gobernador del país y que le había encomendado hombres, mujeres y niños, así como la gente común del país que no había sido desterrada a Babilonia. (Jeremías 40, 7)
Joanán, hijo de Carea, y sus oficiales juntaron a toda la gente que Ismael se había llevado prisionera desde Mispá, después de asesinar a Godolías, y que se había vuelto gracias a ellos desde Gabaón: hombres, mujeres, niños y eunucos. (Jeremías 41, 16)
Entre ellos había hombres, mujeres y niños; estaban las princesas reales y todas las personas que Nebuzardán, comandante de la guardia, había dejado con Godolías, hijo de Ajigam, y nieto de Safán, y, especialmente, el profeta Jeremías y Baruc, hijo de Nerías. (Jeremías 43, 6)
Y ahora, Yavé, Dios de los Ejércitos, Dios de Israel, les pregunta: «¿Por qué se hacen tanto mal ustedes mismos? Ustedes van a hacer que se acaben los hombres, las mujeres y los niños de la raza de Judá, hasta que no quede nadie, (Jeremías 44, 7)
¿Acaso se han olvidado ustedes de los crímenes cometidos por sus padres, por los reyes de Judá y sus mujeres, por ustedes y sus mujeres, en Judá y en las calles de Jerusalén? (Jeremías 44, 9)
Entonces todos aquellos hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a dioses extranjeros, todas las mujeres que estaban presentes y todo el pueblo establecido en Egipto, en Patrós -en total una gran muchedumbre-, respondieron a Jeremías: (Jeremías 44, 15)
Y las mujeres añadieron: «Cuando nosotras ofrecíamos incienso y derramábamos vino en honor de la reina del cielo, ¿acaso era sin permiso de nuestros maridos? (Jeremías 44, 19)
Pero Jeremías les contestó a todo el pueblo, a los hombres y mujeres que le habían dicho eso: (Jeremías 44, 20)
En seguida Jeremías se dirigió a todo el pueblo, especialmente a las mujeres: «Escuchen el mensaje de Yavé: Esto les dice Yavé de los Ejércitos, el Dios de Israel: (Jeremías 44, 24)
Ustedes, mujeres, piensan que tienen la obligación de cumplir los votos que han hecho, y dicen: «Tenemos que cumplir fielmente la proomesa que hemos hecho de ofrecer incienso a la reina del cielo y derramar vino en su honor.» ¡Muy bien! ¡Cumplan sus mandas, derramen su vino! (Jeremías 44, 25)
¡Espada para toda la mezcolanza de tropas aliadas que hay dentro de ella, para que se porten como mujeres! ¡Espada a sus tesoros, para que sean saqueados! (Jeremías 50, 37)