Encontrados 27 resultados para: ayuno

  • ¿Cómo debe ser el ayuno que me gusta, o el día en que el hombre se humilla? ¿Acaso se trata nada más que de doblar la cabeza como un junco o de acostarse sobre sacos y ceniza? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a Yavé? (Isaías 58, 5)

  • ¿No saben cuál es el ayuno que me agrada? Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los oprimidos y romper toda clase de yugo. (Isaías 58, 6)

  • así que tú mismo irás a leer este rollo en la Casa de Yavé. Cuando corresponda un día de ayuno lo leerás en voz alta a los judíos que vienen de sus ciudades. (Jeremías 36, 6)

  • En el año quinto de Joaquim, rey de Judá, en el mes noveno, convocaron para un ayuno a toda la gente de Jerusalén y de las ciudades de Judá, y éstos vinieron a Jerusalén. (Jeremías 36, 9)

  • Proclamen un ayuno y una asamblea santa, congreguen a los ancianos y a toda la gente del campo en la Casa de Yavé, su Dios, y clamen a él: (Joel 1, 14)

  • Dice Yavé: «Vuelvan a mí con todo corazón, con ayuno, con llantos y con lamentos.» (Joel 2, 12)

  • Toquen la trompeta en Sión, promulguen un ayuno sagrado y llamen a concejo. (Joel 2, 15)

  • Los ninivitas creyeron en la advertencia de Dios y ordenaron un ayuno, y se vistieron de saco desde el mayor al menor. (Jonás 3, 5)

  • «Los días de ayuno de junio, julio, septiembre y diciembre serán en adelante para la gente de Judá días feriados y de regocijo, con ceremonias bonitas -palabra de Yavé -pero sean sinceros y vivan en paz.» (Zacarías 8, 19)

  • Cuando ustedes hagan ayuno, no pongan cara triste, como los que dan espectáculo y aparentan palidez, para que todos noten sus ayunos. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio. (Evangelio según San Mateo 6, 16)

  • Cuando tú hagas ayuno, lávate la cara y perfúmate el cabello. (Evangelio según San Mateo 6, 17)

  • No son los hombres los que notarán tu ayuno, sino tu Padre que ve las cosas secretas, y tu Padre que ve en lo secreto, te premiará. (Evangelio según San Mateo 6, 18)


“O amor nada mais é do que o brilho de Deus nos homens”. São Padre Pio de Pietrelcina