Encontrados 129 resultados para: entrego

  • El Señor me corrigió mucho, pero no me entregó a la muerte. (Salmos 118, 18)

  • Y su tierra la entregó en herencia, en herencia a su pueblo de Israel. (Salmos 135, 12)

  • Persiguió a los malvados en sus rincones y entregó al fuego a los que perturbaban a su pueblo. (1 Macabeos 3, 5)

  • Le entregó la mitad de sus tropas con los elefantes, y le dio órdenes referentes a cuanto había resuelto. En lo que tocaba a los habitantes de Judea y Jerusalén, (1 Macabeos 3, 34)

  • Así dejaré a los jóvenes un ejemplo generoso, muriendo valientemente por las sagradas y santas leyes.» Habiendo dicho esto, se entregó al suplicio. (2 Macabeos 6, 28)

  • Yo con mis hermanos entrego mi cuerpo y mi vida por las leyes de mis padres, invocando a Dios para que pronto se apiade de nuestra raza, y tú, con tormentos y azotes, llegues a confesar que él es el único Dios. (2 Macabeos 7, 37)

  • Consejos a Lemuel, rey de Massa, que se los entregó su madre: (Proverbios 31, 1)

  • Lo revistió con ornamentos espléndidos y le entregó las insignias de su poder: pantalones, túnica larga, efod. (Sirácides (Eclesiástico) 45, 8)

  • Tomó, pues, Jeremías otro papel enrollado y se lo entregó a Baruc hijo de Nerías, el secretario, y le dictó para que anotara todas las cosas que contenía el libro quemado por Joaquim, rey de Judá. Y añadió, además, muchas otras cosas del mismo estilo. (Jeremías 36, 32)

  • El Señor entregó en sus manos a Joaquín y gran parte de los vasos del templo de Dios y los trasladó a tierra de Senaar a la casa de sus dioses y los puso en el tesoro de sus dioses. (Daniel 1, 2)

  • El tercer año del reinado de Ciro, rey de Persia, Dios entregó un mensaje a Daniel, por sobrenombre Beltsasar. Este mensaje hablaba de fidelidad y de gran angustia. Daniel se fijó en estas palabras y prestó atención a la siguiente visión. (Daniel 10, 1)

  • Entonces el rey mandó matarlos a todos y entregó Bel a Daniel, que lo destruyó juntamente con su templo. (Daniel 14, 22)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina