Encontrados 221 resultados para: Cubierta del Arca
Pero el rey dijo a Sadoc: "Lleva de nuevo el Arca de Dios a la ciudad. Si el Señor me mira favorablemente, me hará volver a ver el Arca y su morada. (II Samuel 15, 25)
Entonces Sadoc y Abiatar llevaron de vuelta el Arca de Dios a Jerusalén, y permanecieron allí. (II Samuel 15, 29)
David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía. (II Samuel 15, 30)
Cuando David llegaba a la cumbre, allí donde se adora a Dios, le salió al encuentro Jusai, el arquita, amigo de David, con la túnica hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. (II Samuel 15, 32)
En cuanto al sacerdote Ebiatar, el rey le dijo: "Vete a tus campos de Anatot. Aunque mereces la muerte, hoy no te haré morir, porque has llevado el Arca del Señor delante de mi padre David, y has compartido todas sus aflicciones". (I Reyes 2, 26)
Salomón se despertó, y comprendió que había tenido un sueño. Luego regresó a Jerusalén y se presentó ante el Arca de la Alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, e hizo un banquete para todos sus servidores. (I Reyes 3, 15)
En el fondo de la Casa, en lo más interior, dispuso el lugar santísimo para poner allí el Arca de la Alianza del Señor. (I Reyes 6, 19)
Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión. (I Reyes 8, 1)
Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca, (I Reyes 8, 3)
y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas. (I Reyes 8, 4)
Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. (I Reyes 8, 5)
Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa -el Santo de los santos- bajo las alas de los querubines. (I Reyes 8, 6)