Encontrados 189 resultados para: Pablo en Corinto

  • Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, (Hechos 18, 2)

  • Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos. (Hechos 18, 4)

  • Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías. (Hechos 18, 5)

  • Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar. (Hechos 18, 8)

  • Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: «No temas. Sigue predicando y no te calles. (Hechos 18, 9)

  • Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios. (Hechos 18, 11)

  • Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal, (Hechos 18, 12)

  • Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera. (Hechos 18, 14)

  • Pablo permaneció todavía un cierto tiempo en Corinto. Después se despidió de sus hermanos y se embarcó hacia Siria en compañía de Priscila y de Aquila. En Cencreas, a raíz de un voto que había hecho, se hizo cortar el cabello. (Hechos 18, 18)

  • Cuando llegaron a Éfeso, Pablo se separó de sus compañeros para ir a la sinagoga y dialogar con los judíos. (Hechos 18, 19)

  • Estos le rogaron que se quedara más tiempo, pero Pablo no accedió, (Hechos 18, 20)

  • Como él pensaba ir a Acaya, los hermanos lo alentaron, y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible. Desde que llegó a Corinto fue de gran ayuda, por la gracia de Dios, para aquellos que habían abrazado la fe, (Hechos 18, 27)


“Imitemos o coração de Jesus, especialmente na dor, e assim nos conformaremos cada vez mais e mais com este coração divino para que, um dia, lá em cima no Céu, também nós possamos glorificar o Pai celeste ao lado daquele que tanto sofreu”. São Padre Pio de Pietrelcina