Encontrados 26 resultados para: devoró

  • pero se abrió la tierra y devoró a Datán, se cerró sobre Abirón y sus secuaces: (Salmos 106, 17)

  • Así como Moisés oró al Señor y bajó fuego del Cielo, que devoró las ofrendas del sacrificio, así también cuando oró Salomón, bajó fuego y consumió la víctima. (II Macabeos 2, 10)

  • En vano he golpeado a los hijos de ustedes: ellos no aprendieron la lección; la espada de ustedes devoró a sus profetas como un león que lo destruye todo. (Jeremías 2, 30)

  • Israel era una oveja descarriada, ahuyentada por los leones. Primero la devoró el rey de Asiria, y ahora, últimamente, le quebró los huesos Nabucodonosor, rey de Babilonia. (Jeremías 50, 17)

  • El Señor devoró sin piedad todas las moradas de Jacob; derribó en su indignación las fortalezas de la hija de Judá; echó por tierra y profanó el reino y sus príncipes. (Lamentaciones 2, 2)

  • El Señor se portó como un enemigo y devoró a Israel: devoró todos sus palacios, destruyó sus fortalezas; multiplicó en la hija de Judá las lamentaciones y los lamentos. (Lamentaciones 2, 5)

  • El Señor desahogó su furor, derramó el ardor de su ira; encendió un fuego en Sión que devoró hasta sus cimientos. (Lamentaciones 4, 11)

  • A uno de sus cachorros lo enalteció y él se convirtió en un león: aprendió a desgarrar su presa, devoró a los hombres. (Ezequiel 19, 3)

  • Él se paseaba entre los leones, convertido en un león: aprendió a desgarrar su presa, devoró a los hombres. (Ezequiel 19, 6)

  • Pero fue arrancada con furor y arrojada por el suelo. El viento del este secó sus frutos, que fueron cortados y se secaron; y el fuego devoró su rama vigorosa. (Ezequiel 19, 12)

  • De su rama ha salido un fuego que devoró sus ramas y sus frutos. Ya no hay en ella ninguna rama vigorosa, ningún cetro de soberanos. Esta es una lamentación, y se la canta como tal. (Ezequiel 19, 14)

  • Lo que dejó la oruga, lo devoró la langosta, lo que dejó la langosta, lo devoró el pulgón, lo que dejó el pulgón, lo devoró el roedor. (Joel 1, 4)


“O homem sem Deus é um ser mutilado”. São Padre Pio de Pietrelcina