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A la mañana siguiente, los asdoditas se levantaron bien temprano, y encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. Lo recogieron y lo volvieron a poner en su sitio. (I Samuel 5, 3)
Pero a la mañana siguiente, cuando los asdoditas se levantaron, encontraron a Dagón caído en el suelo, boca abajo, ante el Arca del Señor. La cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos yacían cortadas sobre el umbral, y no le quedaba más que el tronco. (I Samuel 5, 4)
Mientras subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas jóvenes que salían a sacar agua, y les preguntaron: "¿Está por aquí el vidente?". (I Samuel 9, 11)
Desde allí, se dirigieron a Guibeá, y se encontraron con un grupo de profetas. Entonces lo invadió el espíritu de Dios y entró en trance en medio de ellos. (I Samuel 10, 10)
Luego hizo que se acercara la tribu de Benjamín por clanes, y la suerte cayó sobre el clan de Matrí. Después hizo que se acercara el clan de Matrí, hombre por hombre, y la suerte cayó sobre Saúl, hijo de Quis. Pero lo buscaron y no lo encontraron. (I Samuel 10, 21)
Pero cuando los emisarios entraron, no encontraron en la cama más que el ídolo, con el cuero de cabra en la cabecera. (I Samuel 19, 16)
En pleno campo encontraron a un egipcio, y se lo llevaron a David. Le dieron pan para comer y agua para beber, (I Samuel 30, 11)
El muchacho lo guió, y encontraron a los amalecitas desparramados por toda la comarca, comiendo, bebiendo y festejando por el gran botín que habían recogido en el país de los filisteos y en el país de Judá. (I Samuel 30, 16)
Al día siguiente, cuando llegaron los filisteos para despojar a las víctimas, encontraron a Saúl y a sus tres hijos tendidos sobre el monte Gelboé. (I Samuel 31, 8)
También salieron Joab, hijo de Seruiá, y los servidores de David, y los encontraron junto al estanque de Gabaón. Allí tomaron posiciones, unos a un lado del estanque y otros al otro lado. (II Samuel 2, 13)
Entonces buscaron por todo el territorio de Israel una joven hermosa; encontraron a Abisag, la sunamita, y se la llevaron al rey. (I Reyes 1, 3)
Pero ellos lo presionaron tanto, que terminó por decir: "¡Envíenlos de una vez!". Así enviaron a cincuenta hombres, que lo buscaron durante tres días, pero no lo encontraron. (II Reyes 2, 17)