Encontrados 16 resultados para: maldiciones divinas

  • Entonces el sacerdote consignará por escrito estas maldiciones y las disolverá en las aguas amargas. (Números 5, 23)

  • Pero si no escuchas la voz del Señor, tu Dios, y no te empeñas en practicar todos los mandamientos y preceptos que hoy te prescribo, caerán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones: (Deuteronomio 28, 15)

  • Todas estas maldiciones caerán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta exterminarte, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, observando los mandamientos y los preceptos que él te prescribió. (Deuteronomio 28, 45)

  • Por eso el Señor se irritó contra este país y atrajo sobre él todas las maldiciones consignadas en este Libro. (Deuteronomio 29, 26)

  • Y él hará caer todas estas maldiciones sobre tus enemigos y sobre los adversarios que te hayan perseguido. (Deuteronomio 30, 7)

  • Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones, (II Samuel 16, 5)

  • David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo. (II Samuel 16, 13)

  • Así habla el Señor: Yo voy a traer una desgracia sobre este lugar y sobre sus habitantes, cumpliendo así todas las maldiciones escritas en el libro que han leído ante el rey de Judá. (II Crónicas 34, 24)

  • Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de violencias; detrás de sus palabras hay malicia y opresión; (Salmos 10, 7)

  • ¡Montañas divinas, montañas de Basán, montañas escarpadas, montañas de Basán! (Salmos 68, 16)

  • Porque no se violan en vano las leyes divinas: así lo va a demostrar la etapa siguiente. (II Macabeos 4, 17)

  • Los defensores, confiados en la solidez inexpugnable de la plaza fuerte, proferían blasfemias y maldiciones. (II Macabeos 10, 34)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina