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su cadáver no quedará en el árbol durante la noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, porque el que está colgado de un árbol es una maldición de Dios. Y tú no mancharás el suelo que el Señor, tu Dios, te da como herencia. (Deuteronomio 21, 23)
Se quedará contigo, entre los tuyos, en el lugar que él elija, en la ciudad que más le agrade; y no lo molestarás. (Deuteronomio 23, 17)
Si un hombre acaba de casarse, no saldrá a combatir ni se le impondrá ninguna otra obligación. Quedará libre por un año para ocuparse de su casa y contentar a la mujer que tomó por esposa. (Deuteronomio 24, 5)
para no compartir con ellos la carne de sus hijos: se la comerá él solo, porque ya no le quedará más nada, en medio del asedio y la penuria a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades. (Deuteronomio 28, 55)
Dividirán el territorio en siete partes. Judá se quedará en su territorio, al sur, y la casa de José en el suyo, al norte. (Josué 18, 5)
Entonces el pueblo y los jefes de Galaad se dijeron unos a otros: "¿Quién es el hombre que dirigirá el combate contra los amonitas? Él quedará al frente de todos los habitantes de Galaad". (Jueces 10, 18)
Pero Ana no subió, porque dijo a su marido: "No iré hasta que el niño deje de mamar. Entonces lo llevaré, y él se presentará delante del Señor y se quedará allí para siempre". (I Samuel 1, 22)
Pero Samuel dijo: "Como tu espada ha dejado sin hijos a tantas mujeres, así tu madre quedará sin su hijo entre las mujeres". Y descuartizó a Agag delante del Señor, en Guilgal. (I Samuel 15, 33)
Así lo alcanzaremos allí donde esté, caeremos sobre él como el rocío sobre el suelo, y no quedará vivo nadie, ni él ni uno solo de sus hombres. (II Samuel 17, 12)
Ahora levántate y ve a dar una palabra de aliento a tus servidores. Porque si no sales, ¡juro por el Señor que esta noche no quedará nadie contigo! Y esa sí que será para ti una desgracia peor que todas las que has soportado desde tu juventud hasta ahora". (II Samuel 19, 8)
Esta Casa se convertirá en un montón de ruinas, y todo el que pase junto a ella quedará pasmado y silbará de estupor. Y se preguntará: ‘¿Por qué el Señor ha tratado así a este país y a esta Casa?’. (I Reyes 9, 8)
Un día, Eliseo pasó por Sunám. Había allí una mujer pudiente, que le insistió para que se quedara a comer. Desde entonces, cada vez que pasaba, él iba a comer allí. (II Reyes 4, 8)